domingo, 8 de noviembre de 2020

Desnudo integral

Poema desnudo integral
 
Hoy, día extraño, 
me sumerjo en los designios 
de una bañera,
pero no suelo hacerlo,
y la espuma 
no llega a cubrir 
el total de mis formas.

Este cuerpo desnudo
expuesto ante mis ojos,
desamparado de adornos,
desprotegido del agua.

No me gusta mirarlo.

    ¿Es este mi ombligo?

        ¿Son estos mis pelos?

            ¿Es esta mi vulva?

Tan desacostumbrada 
a mirar la intemperie de este trazo,
tan habituada
a ocultar retazos de carne
bajo disfraces de arcilla,
que me encuentro ante esta totalidad
como algo ajeno.

He aprendido a amar lo que no escondo,
pero tras la tramoya 
de esta optimista performance
enmascaro el rechazo de ceguera.

Aceptar esta piel es más fácil
cuando solo es un reflejo difuso 
en el vaho de un cristal,
apenas una silueta aderezada
con la mentira de una sombra.

martes, 20 de octubre de 2020

Estas gotas no son lágrimas

 
poema ladyquinzano

Siempre que llega el otoño 
la nostalgia acude,
fiel compañera del anhelo estival,
y los tópicos me atraen
como el humo al vigilante.

Escribo en esta tarde
"cualquier tiempo pasado fue mejor"
y, sin embargo, los pasados simples
van vestidos de presentes. 

Gotas de lluvia golpean a mi puerta
y se derraman en pedazos de estanque
que mojan el suelo de sosiego.

[No el frío
No la tristeza
No la ansiedad
No la apatía].

Estas gotas que se escurren por mi rostro.

Estas gotas que, por una vez, no son lágrimas

jueves, 3 de septiembre de 2020

El dolor fértil

Porque me agrada sentir cómo entra
la brisa en la brecha que dejas.
Júlia Peró

Poema dolor fértil

Cada vez que hemos caminado 
en direcciones opuestas
nuestras espaldas han terminado chocando
porque cada vez que atisbamos juntos
el final de este viaje
nos convertimos en inicio.

Y de las cenizas de ideales rotos
de papeles mojados
de promesas  fallidas (que no vacías)
hemos surgido fénix.

Porque, quizás, después de todo,
el amor sí era el dolor
y también la lágrima.

Pero del dolor que engendra vástagos
y de la lágrima que brota el río.

martes, 11 de agosto de 2020

Musgos de acero

Musgos acero ladyquinzano


El equilibrio es imposible.
Iván Ferreiro
Una vez estuve enamorada.

Solo sé que lo sabía,
que apretaba en el pecho
la absurda dicha de la ingenua,
la sensación del quiebro,
el ímpetu de una fuerza 
que no comprendía.

Hoy no sé qué es esto
que reverbera en las costillas.
El miedo de saberme insuficiente,
de que el cambio no te prenda,
de que la pasividad sea Saturno
y nosotros sus hijos.

Hoy no sé qué es esta especie de 
hierba que brota en mis tripas
que ya sentí antes,
pero que ahora muda en otras formas.

Quizás el eco de lo que intenté enterrar
bajo musgos de acero
asoma ahora
con cuentas pendientes.

Hoy no sé qué es esto que siento
después de años de tenernos,
pero te imagino conmigo, amor,
naufragando los cambios
y mi boca forma una cuna 
de dientes blancos.

domingo, 9 de agosto de 2020

Limbo

ladyquinzano poema
 
Hoy, por fin, he desaparecido.
Tantas veces había soñado con ello...
y, sin embargo, aquí estoy:
fugada y sin cartel de búsqueda.
Porque no entendía que desaparecer
no era otra cosa 
que la ausencia de la responsabilidades,
el dejar vagar al impulso
por el cementerio de la obligación,
ceder ante los días de apatía
y transitarlos como senderos habitables.

Y ahora que, por fin, he desaparecido
resulta difícil saber 
qué hacer con toda esta calma,
no dejarse arrastrar por los brazos 
de una desidia perezosa
que no se quiere ir
pero que, ante todo,
sabe que puede estar.

Somos capaces
de encontrar la infelicidad 
en todas partes,
de retorcer los deseos cumplidos
en jaulas 
y, pese a todo,
quedarnos ahí,
como canarios con la puerta abierta. 

Tantas veces había soñado con desaparecer
que, ahora, solo quiero volver.

lunes, 29 de junio de 2020

La intoxicación de Eros

culpa y deseo ladyquinzano
Ilustración de Paula Bonet

Desde el deseo 
asoma su cabeza
la espina de una cadena
de ramas y tubérculos,
aprieta mis caderas
como sanguijuelas succionan
la sangre de su presa;
porta en el pecho una culpa
que se me deshace en los dedos

y ya es imposible de domesticar.
 
Crecen ríos de opresión
desde el nacimiento del Eros,
y acogen en sus aguas
la mezcla de la culpa y del deseo.
 
Agonizo porque mi vientre
tiene hambre de tu ombligo
y la obligación de saciar siempre
estómagos desérticos.
 
    Te quiero en mis manos
    suplicando por mi sexo,
    y lo suficientemente lejos
    como para hallarme
    en otros cuerpos.
 
            Me quiero para mí sola
            porque compartirme
            es ofrecerte sumisión.
 
Desearte es perverso
porque nunca sé
si es complacencia lo que brota
.

martes, 23 de junio de 2020

En este lado del estanque

En este lado del estanque,
la vida fluye a pesar de los contratiempos, 
a pesar de la vergüenza, 
a pesar de las sentencias, 
a pesar de.  
 
En el otro, una ambulancia emerge 
cual ángel caído 
anunciando el destino 
de todo ser viviente 
—hasta del coronavirus—. 
 
De sus entrañas, 
un desfibrilador asoma 
portado por dos héroes, 
que no son más que sanitarios. 

En este lado del estanque, 
moldeadores de viento 
escupen notas musicales
ante las miradas hipnotizadas
de transeúntes. 

Parejas ajenas 
bailan sin mascarilla 
ante los ojos insidiosos 
de espectadores que juzgan. 

En este ritmo 
no existe la muerte. 
Por eso, 
la distancia de seguridad 
es de centímetros; 
por mascarilla,
 una sonrisa 
y un movimiento torpe. 
Alegre.

En este lado del estanque 
la vida se abre camino 
a pesar de la vida. 

En el otro,
alguien exhala, 
quizás, 
sus últimos suspiros. 

viernes, 1 de mayo de 2020

Varada en la deriva


varada en la deriva ladyquinzano

El cambio, a veces,
se revierte,
se retuerce.


Todo lo que parecía
que era distinto

es en realidad
el engaño de un cuerpo

que quedó varado
en playas antiguas,
en ecos de espuma.


Volver a la herida,
regresar al golpe,
no es un atasco,
sino la letanía 
de un recuerdo viviente.
La continuidad del hilo
que una niña

arrastró hasta el presente.
Un hilo que, por cierto,
ya no cose.

El cambio,
a veces,
se revierte
se retuerce
y encierra en su centro
el ansia de escapar hacia atrás
-cómo si eso fuera posible-.

Es como mirarse a un cristal
del que brota
un
reflejo del pasado,
apenas una distorsión,
demasiado parecida
a lo que fue.

Pero viene a decir lo mismo
que antes del accidente cerebral
que en apariencia
y solo en apariencia

había modificado los cimientos.

Pero vamos nosotros
y nos tragamos la mentira.

Si hasta ahora las columnas
no paran de resquebrajarse
es por el miedo.
Si hasta ahora los soportes
no han saltado por los aires
es también por el miedo.

Este naufragio
no debería ser 

otra de las epifanías
sin más consecuencia
que un despertar temporal.

Esta deriva
debería ser el funeral
que se celebra a sí misma.

viernes, 24 de abril de 2020

Slowdive

Slowdive ladyquinzano
Composición de Alexey Kondakov.

¿Cómo es posible
que una canción
que escucho por primera vez
me haga recordar?


Y, sin embargo, lo hace.

No quiero escribir, 
pero también lo hago,
porque un sonido nuevo
me arrastra afuera de la cama,
me llena los ojos de anhelo
hacia la vida
que ahora se nos escapa.


Es una canción lenta,
pero me recuerda
a momentos rápidos.

Momentos rápidos
a cámara lenta.

Una sangriada en la Autónoma,
un concierto en el Miguel Ríos,
un baile en la tarima
de cualquier garito de Madrid,
un beso inadecuado 
en la estación de Noviciados.

Es extraño,
recordar a través de algo ajeno,
soñar despierta
a través de palabras 
que nunca antes
habíamos escuchado.

La pongo en bucle,
y en mi cabeza
la discoteca se hace leyenda,
estandarte del carpe diem.
Sentirnos vivos
en la vibración de la noche,
ser invencibles
en la inconsciencia de la deriva.

Jamás había
escuchado
esta canción,

que me recuerda
que una vez

estuvimos
más vivos
que nunca.

lunes, 20 de abril de 2020

Las flores que no podremos ver

poema ladyquinzano

Las flores que no puedo ver
las pinto en lienzos de colores
que hacen nostalgia
de un presente
que no está a nuestro alcance.

Las que sí veo se visten
de amarillos, de lilas, de morados
colza, nomeolvides, lavanda
,
y las que imagino 
son amapolas
creciendo en la ladera
del cerro Almodóvar.


En las sierras correrán
los arroyos llenos,
y dejarán a su paso
pigmentos multicolor
en las orillas. 

Y en los árboles asomará 
el pálido rosa de los cerezos, 
mientras en nuestras casas brotan
los primeros rayos del verano.

    La primavera llegó pronto,
    y pronto nos dejó,
    sin dejarnos.

miércoles, 8 de abril de 2020

Quién pudiera

poema ladyquinzano
Rowing to you - Henn Kim

Quién pudiera tejer delirios de hielo, 
congelarlos en el pecho 
y espantar las espinas 
como si de margaritas se tratara.

Quién pudiera apagar el fuego 
que se extiende por las venas 
cuando desfallecen los bastones 
que aportaban hombro y abrazo.
Quién pudiera.

Quién pudiera, 
si de barrancos se tratara, 
caminar por las cuerdas
sin tentativas de puenting 

-tirarse  está de moda,
caminar es de cobardes-. 

Quién pudiera
haber sido cobarde, 

joder, 
quién pudiera.

Quién pudiera soltar los lastres 
que las garras de otros
cosieron a nuestras alas, 

alas que no son más que guadañas 
ancladas a un suelo
que nos amarra. 

Quién pudiera.

Quizás tú, valiente y altivo, 
egoísta y ambicioso, 
arrancaras el ancla, 
desenvainaras el vuelo. 
Quizás tú, sí, tú.

Pero al alzar tu vuelo 
me has saltado un ojo, 
me sangra el cuello.

Quién pudiera ser cobarde 
si del dolor de esta herida
se desprendiera. 

Quién pudiera.

martes, 7 de abril de 2020

Amor adolescente

ladyquinzano poema
 
Y qué pasó 
entonces.

Pasó una mujer. 

Pero qué pasó.

Que era
de las que nunca
terminan
de pasar. 

Karmelo C. Iribarren

Yo encontré el amor de mi vida con 16 años, o puede que antes, cuando tenía 14, o incluso puede que antes, cuando eran 12. Hasta pudiera ser que el amor de mi vida se presentara antes, en el patio de un colegio de preescolar con apenas cinco años.

Mi amor llevaba el pelo negro y la piel morena, tenía madera de líder y era peleona. Mi amor también era de pelo claro, casi rubio, con los ojos verdes y una bondad que se le salía por los costados. También era esa niña castaño oscuro y ojos rasgados, que tenía 10 años y pedía, en vez del escondite, un ratito para hablar. También tenía la forma de una niña muy delgada, en extremo nerviosa, a la que confundían con mi supuesta hermana. En el patio del recreo la morena era la fémina alfa que chocaba contra mí, otra pequeña tirana. En las trifulcas por dominar al grupo, yo quedé desterrada. 

Pasó preescolar y cambiamos de patio: el mundo se nos hizo un poco más grande. Yo me alejé de mis amores, conocí a una niña que me robaba los juguetes y que me subyugó bajo su régimen. La peor regla de todas era, lo recuerdo bien, hacer de personajes secundarios cuando jugábamos a las películas. Pero yo quería ser Simba, Spirit e, incluso, Rose en Titanic, así que un día me planté. Dije basta. Regresé al que sería mi futuro y cogí a la niña de ojos verdes de la mano. 

Las dos juntas contra el mundo, tortugas de vez en cuando, empezamos a compartir nuestra infancia con las otras tres cuando hicimos siete años. En los recreos pasábamos de ser Witch a batirnos en duelos de tazos, de convertirnos en polis y cacos a escribir cuentos que hoy son el mejor recuerdo. También hubo juegos macabros: círculos de la verdad en los que se acorralaba solo a una para decirle todo lo que a nuestros ojos eran defectos, un juego de religión que manejamos al antojo del diablo. Así fueron los días que hicieron de unas niñas amigas y del juego, el amor. 

Vino entonces secundaria. Decían que la adolescencia se acercaba y nadie entendía nada. Nosotras seguíamos siendo niñas en cuerpos que mutaban, pero ahora se hacían imprescindibles cosas que antes no importaban: las notas, la ropa, ¿los chicos? En secundaria me pillé de al menos dos y conocí a otros tres amores. Una tenía el pelo castaño claro y los ojos color miel, la sonrisa siempre puesta y la tontería por bandera. Otra una voz de arcilla que mutaba al cantar y reivindicaba la absurdez. Y otra, siempre reservada, de pelo y piel oscuras, y manos muy pequeñas. Con sus idas y venidas, también había un chico muy delgado, pianista de nacimiento.

Mis amores eran ocho, y aunque la niña nerviosa se escindiera en sus propios círculos, ella y yo mantuvimos vivos los fuegos de una pasión que casi acaba con nosotras. 

En el grupo se quedaron, pues, siete, sumándome a mí volvíamos a hacer un ocho, que se tumbó en el patio y se convirtió en un infinito que acabó después de bachillerato. Juntas nos convertimos en fuerte, en comuna, en locura permanente. 

La adolescencia llegó y los monstruos crecieron en nuestros vientres. Nos partíamos con la punta de un papel y nos reconstruíamos los viernes en una plaza. ¡Ay! Nos hicimos tan eternas que ni la vida, ni siquiera ella, podrá arrebatarnos los recuerdos de aquel amor que se nos clavó en las comisuras de los labios, grabando a fuego las arrugas de risas fértiles, de penas yermas. 

Entonces pasó. La chica con voz de arcilla y el chico pianista volaron demasiado pronto a otros nidos. La chica reservada se alejaba y se acercaba por temporadas. La niña peleona se fue con sus garras a un hospital, donde siempre encuentra guerras que librar. La chica de ojos miel encontró a un amor de ojos verdes. La niña de ojos rasgados emigró a Edimburgo. La niña nerviosa se hizo tornado y estación de paso. Y la niña de ojos verdes y yo nos quedamos quizás enquistadas, quizás aún enamoradas de lo que fuimos. 

Entonces pasó: vino la vida y sentenció una ruptura, vino la vida y nos crecieron las obligaciones, y se nos rompieron las ilusiones —aunque otras se cumplieron—, y nos hicimos mayores. 

Entonces pasó: vino la vida y sentenció una ruptura que aún encuentra oposición en un amor que resiste a destajo. 

Entonces pasó un amor que nunca termina de pasar. 

domingo, 5 de abril de 2020

Pólvora de la mañana

poema ladyquinzano

Hoy ha muerto Aute.
Nunca he sido
 
una gran fan suya 
ni tampoco detractora, 
aunque sí reconozco mi debilidad 
por ese alba 
de hambre atrasada.

Nunca he sido
una gran fan de Aute,

tampoco detractora,
pero crecí con sus canciones 
camino de Nava.
Entonaba al ritmo de sus poemas
una melodía infantil
cuya única letra era caca.

Reconozco sus acordes
en las gotas

que en las carreteras
se derramaban
por las ventanas del coche

y bailaban un slowly
en un intento
por atrasar su extravió

—pelear por no quedarse
sin su latido—.


No,
yo nunca he sido
una gran fan de Aute,

pero tampoco detractora.

Y, sin embargo,
sus letras me hacen niña,
cuando el corral del pueblo
era paraíso

y yo su reina.
Cuando aún creía
que Al alba 

era una canción de amor
—que lo era—.

No,
que yo nunca he sido
una gran fan de Aute,

pero,
y esto es muy importante,

tampoco detractora.

Y hoy miro a mi padre
que le escucha en la tele
como a un amigo perdido.
"¿Sabes que era
de mis cantantes favoritos,
Eva?",

me pregunta.

Él mira en la tele
la imagen de Aute,
fallecido.

Pero yo sé que,
en realidad,

también está viendo 
una juventud pasada
de la que apenas yo sé nada,
y sé que son recuerdos 
lo que escucha en sus oídos.

Papá mira su juventud,
y yo, 
yo veo mi infancia.


domingo, 29 de marzo de 2020

Inmortal

"Maldita la certeza indeseable, el ancla que sujeta las piernas de las almas que un día se creyeron inmortales. Yo fui inmortal hasta los cinco años, luego ya vinieron las disputas y los reproches [...]".
Ana Isabel García Llorente

ladyquinzano inmortal

La reina leona de la sabana,
la Medusa más Medusa,
la cattana en la boca,
y la dureza nivel ocho
en la escala de Mohs.

-Cualquier definición sobre ti
se queda pequeña
aunque la escribieras
tú misma-.


Tú,
que reivindicando
musas y guerreras

te convertiste en epopeya.

Tú,
que con la última palabra 
-siempre en la boca-
hiciste nacer Lisístratas
donde antes Helenas.

Tú,
que te perpetuaste en mito

-jamás caído-
que te mereciste
la vida hasta tal punto

que tu muerte es una injusticia,
que pintaste las paredes
de los barrios

cuando ya te habías ido.

Tú,
que con tu oficio nos recordaste
a los poetas

que lo nuestro
no eran ni las mates
ni las ciencias.


-Hasta los cinco años te pensaste inmortal
e inmortal te has quedado-.

domingo, 22 de marzo de 2020

Cosquillitas borrachas

Los amantes - René Magritte

Vemos una película.

Estamos sentados en el salón.

Guardamos la distancia de seguridad.
 
Mamá, en un sillón;
papá, en un sofá;
y Miguel y yo, en otro, 
el más grande.

Ni siquiera nos rozamos.

Pero tenemos hambre de caricias
y un rastrillo pequeño
-cosquillero lo llamamos-
que le regalaron a papá en Navidad.

Con eso nos vale.

Desde mi sitio
hago cosquillitas a papá.

Después, es mi turno:
pasea Miguelito
el artilugio por mi piel:

brazos, piernas
y un poco de espalda.


Mamá siempre ha permanecido ajena
a este ritual,

que ahora
mira con desdén.


El arma de doble filo,
envenenado entre sujeto y acción,
pasa a mis manos otra vez.
Ya ha pasado el proceso de desinfección.

Acaricio a mi hermano
a través del
cosquillero.
Quisiera apoyar
las yemas de mis dedos
en su espalda,

preguntarle si me deja quitarle
alguna espinilla.

Pero acaricio a mi hermano
con un rastrillo
alcoholizado.

domingo, 8 de marzo de 2020

Las raíces indomables

Yo os invoco hijas de Eva
buscando una luz.
Gata Cattana

Ilustración de Veronica Living

Hace un tiempo
que algo despertó en nosotras.

Desde entonces,
tonos morados lo han tiznado todo:

rostros y palabras,
sangre y entrañas.

Nos han crecido las raíces
y ahora somos zorras orgullosas
con colas de Medusa
y piernas de lamia.


Nos han crecido las raíces,
algunas, incluso,
han dejado de ir hacia abajo

y se han entrelazado
con las de nuestros costados.

Forman un jardín de hespérides.

Y, aún así,
me chirría el crepitar
de esta ola que algunos tratan de domar
—como si pudieran—.

Nos han crecido las raíces.

Pero nos hemos enquistado
en la negación de este espacio
a mujeres que nacieron con huevos,
y en la destrucción de puentes
entre debates que hoy nos queman.
Duelen.

Nos hemos hecho virales, globales.
Somos una ola ígnea
que ya lo impregna todo.

Y, sin embargo, hemos confundido 
la promiscuidad con la empoderación,
el recuerdo de unas por el olvido de otras,
el poder masculino con lo debido.

Nos han crecido las raíces,
pero aún nos quedan cortas.

Sin embargo,
riégate,
mójate los trazos
y sorbe el zumo de las ciruelas.
Nosotras no nos rendimos
porque, algún día, nacerá Gea.