martes, 26 de abril de 2016

Crecer


No te salves.
Mario Benedetti


Sé que no hemos sido los mejores, 
ni siquiera los peores.
Que los versos 
se nos han tornado oscuros,
pero nunca se han borrado.
La nieve que cae
es vapor caliente en nuestras pieles.

Podemos gritar, juntos,
que hemos sobrevivido 
al mismo infierno de Invernalia,
a las fauces de los lobos húngaros,
a los fantasmas del pasado,
a la distancia y a su filo de imposibles.

Quemaduras como el vino,
infinitas noches en tu cama,
pensando en acariciarte desde la mía.

Tú,
a quien elijo
una y otra vez
para matarme.

lunes, 25 de abril de 2016

Hexapolar

Artificios de, al menos,
las seis caras escondidas en el espejo. 

Sí, por lo menos.
La que quiere ser que no sabe el qué,
oscila cada lunes entre un mundo y otro.
El debate inagotable de llevar igual que todos, 
ser diferente, pero en el fondo los mismos. 
Y el ego más auténtico
que se esconde dentro.

Las dudas de cada semana
de mostrar nuestra mejor versión,

cuando versiones no somos nosotros.

Empeñada en escarbar en las entrañas, 
encuentro los retales de una niña 
con las manos de mantequilla,
y a su padre mirándose, asustado, en ella.
Huyo de su imagen y la vomito a ratos,
la exhalo a bombas que lo destruyen todo.
A veces duerme el león, tranquilo, paciente,
pero siempre esperando a que lo despierten.

Se pelean las caras de la misma persona,
se mienten,

y usurpan el lugar
de quien ayer se llamaba adolescente.

Pero cómo voy a explicarte 
que cada día soy alguien diferente.
Hexapolar, por ahora. 
Mañana puede que sea octopolar, 
y así hasta el siguiente.

Mírame, te digo incrédula, 
que no hay forma de definirme, aún.
Respírame, a bocanadas que te dejen sin aire,
que lo que hoy huele a tierra, 
mañana podría recordarte a la mierda.

jueves, 14 de abril de 2016

Interminable

Por buscar, 
buscamos un amor sano
que nos deje abrir las alas 
sin miedo de que le den en un ojo al otro
cuando las abrimos, con mucha fuerza.

Por buscar, 
buscamos un equilibrio 
que nunca llega:
yo espero tus sorpresas,
tú esperas mi alegría
(aunque sabes que me cuesta).

Por buscar,
buscamos que las palabras 
se graben como tatuajes,
que se cuelen 
como lombrices en la tierra.

Por buscar, 
nos buscamos el uno al otro,
a veces sin llegarnos a tocar.

Y llega el inviernos. 
 
Después,
otra vez abril.

Y lo maravilloso es
que nunca termino de encontrar.

No voy a dejar de buscar.

La libertad debería de saber a mar


Ciegos de inanición,
llenos de vacíos inexpresivos,
somos pedazos de carne
en manos de nadie,
en manos de ladrones
(marionetas que cogen de sus manos
los alimentos que sacian
su sed de vida). 

Los políticos 
nos miran
desde su estrado. 

Somos una terraza de domingo
a las tres de la noche.
Somos los hijos del conformismo,
parados bajo un sol radiactivo
que pudre desde dentro,
medusas que circulan
por las corrientes
de enormes ciudades.

Y yo,
tan falsa como ellos,
tan estatua
como el oso del madroño. 

Somos la mierda cantante y danzante,
los hijos malditos
de un nombre
(libertad).

Maldita libertad
la que nos venden,
vestida de seda y de perlas.

Bendita la que viene sucia,
                                        áspera, 
                                                  cruel, 
                                                           desesperante. 

La libertad debería de saber a mar. 
Salada, da sed de más.
El regusto de un futuro
para siempre insuficiente.

viernes, 8 de abril de 2016

Absténganse de leer esto quienes no quieran escuchar tacos, coño



Joder,
qué agobio,
no llego a coger el autobús;
esa imbécil
me ha dado un codazo.
Joder,
que no llego.

Mierda,
qué agobio,
otro trabajo más
(¡os estáis pasando!),
no se carga el ordenador,
vaya día de mierda.

Coño, 
qué agobio,
cuánto tiempo sin verte
(es que no he tenido),
qué cansada estoy,
qué coño estoy haciendo.

Vete ( II )

Se nos echa el tiempo encima. Nos roen los zapatos de Nike los ratones del estrés. Nos viene el reloj a gritarnos: "ES URGENTE". Ya no me quedan ratos de poesía de bares, ya no hay momentos para leer, ya no puedo sentarme con mi perro un día normal, en mi barrio, y preguntarle por su día. Ya no me queda tiempo ni de escribir(te). Y yo me siento desbordada de todo lo que me gusta y lo que no, de lo que quiero hacer y lo que no. Y lo cierto es que no sé, otra vez. No sé qué quiero. Ni si lo que quiero está confundido con la espiral. La espiral en la que creemos consumir nuestro dinero es la que finalmente, me atrevo a decir, nos está consumiendo a nosotros. La espiral que nos ata con cuerdas invisibles a su epicentro. ¿Qué sería de nosotros si no existiera? Quizás entonces sabría lo que quiero.

Gira la rueda vertiginosamente en caída libre, y me doy cuenta de que no llevo paracaídas. Que las alas que me vendieron en El Corte Inglés eran de plástico y puedo abrirlas, pero no usarlas. Gira la espiral incesante en mis ojos y mi mente lucha por salir de la corriente. 

Me duele la cabeza. Voy a ver la tele a ver si se me pasa. Y ese runrún constante sigue gritando, bajito, no vaya a escucharle. Voy a salir a correr a ver si desaparece. Y desaparece, unos minutos, unas horas... Pero siempre vuelve cargado de su fuerza. A preguntarme si lo estaré haciendo bien. A preguntarme qué es lo que está bien.

Me voy en dirección contraria. Llevo demasiado tiempo perdida como para volver a buscarme. Y llego a un lugar muy oscuro en el que no veo nada. He vuelto a perderme. Soy la niña de seis años que no consiguió vencer a sus fantasmas.

Desaparece, por favor, desaparece de una puta vez. Con ella aquí no puedo terminar de soltar el lastre y siguen pesando demasiado todas las cosas que no deberían de importarme. Quiero huir de este mundo de mentira, pero hasta que la niña no se vaya yo no podré ir a ninguna parte.