lunes, 17 de septiembre de 2018

Pausa

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Ilustración de Pula Bonet de su libro La sed

Anclada a este limbo 
al que a veces me condeno, 
me pregunto 
qué es lo que estoy haciendo. 
Y como la mujer desamparada que soy, 
me uno a la fila de compañeras perdidas.
 
Yo te veo y tú me ves, 
pero 
¿dónde estamos? 
Qué es este retículo 
sin barras de metal, 
ni paredes con gotelé 
que me limita las zancadas.

Me pregunto por qué respiro esta ciudad 
si el aire está oxidado. 
Me consumo ante la ventana 
y se me pasan las ganas, 
esperando a que lleguen 
las fechas señaladas. 

No me pongas otra copa 
que, para refugiarme, 
yo bebo de la nada.

Apática perdida, 
tachada de ignorante, 
de puta, 
de culta, 
de fea, 
de todas esas cosas 
con la que la peña 
nos etiqueta. 

Cansada, hastiada, 
de soportarme las penas. 
Buceando en las ruinas 
de mi propia miseria. 
Recreándome,
llorando, 
aferrada a to' lo negro. 

Niñata asustada, 
con complejo de poeta. 

Miro al asfalto 
y solo veo carretera, 
                                vías, 
                                        trenes, 
cualquier otro paisaje 
que no me recuerda a mi tierra. 

Que mis cadenas fluyen desde dentro 
y mis alas son las de un ave negra. 

Que esto sea una pausa.

Y que la vida me encuentre rápido. 

martes, 11 de septiembre de 2018

León


Aprender a amar, 
de nuevo, 
por encima de lo irracional.

Aprender de ti, 
como la potrilla 
que da sus primeros pasos 
con demasiada soberbia 
sobre sus patas. 
Y miedos, 
sobre todo miedos 
-imagínate el cóctel.

Bucear 
en un charco 
tan poco profundo 
que apenas me cubre los tobillos 
y descubrir, 
al escarbar la tierra húmeda, 
una gruta inmensa.

Darte las gracias. 
Y dármelas: 
por abrir puertas 
aún con heridas abiertas, 
por desoír los consejos cerebrales 
-por una vez tenía razón la piel.

Descubrir la pasión con el tiempo, 
con un cariño tornado amor 
o quizás viceversa, 
que me induce a exhalar 
un "no te vayas" 
como un grito de salvación.

Mirarte a los ojos 
y saber que salvarnos 
está en tu marcha y en la mía, 
quizás, alguna vez... 
pero no ser capaz de decírtelo. 
Todavía.

Intuir las discusiones 
y temer las reconciliaciones.

Desde que apareciste 
te quiero por encima de mí 
solo en la cama 
-y no siempre-, 
y buscándote por debajo 
encuentro las diferentes altitudes.

Puede ser, 
es posible, 
que nunca 
hayamos estado tan cerca.

Y puede que, 
algún día de estos 
en los que el dramatismo y los fantasmas 
me abandonen 
-si es que les da la gana- 
mi pecho 
termine por admitir 
que 350 kilómetros 
no son nada 
entre dos latidos 
que se entienden 
con conexiones neuronales.