miércoles, 28 de mayo de 2014

Una carta para una amiga y una historia de tres

Te querríamos regalar de todo: unos tacones bien altos que te atropellen los pies, pero te suban los ojos, un viaje en el que pudieras perderte sin mirar el minutero, un vestido que le dijera a Madrid que tú eres su mayor monumento...

Te querríamos llenar de galletas príncipe y frases de esas que te arranquen las lágrimas, para sobornarte un secuestro y que nunca te movieras de nuestro lado.

Te querríamos contar que la vida juntas es un película con palomitas una noche de chicas, llena de historias de amor, carcajadas que nos quitan la respiración y momentos ebrios, pero sin alcohol.

Te querríamos llevar, en una máquina del tiempo, a los momentos que quedaron atrás. Porque, aunque sabemos que muchos quedan por llegar y, aunque repetir sea de cutres, todos serían privilegiados de volver a sucederse.

Te querríamos colocar la cabeza entre nuestras clavículas y dejar que tus lágrimas cayeran por nuestra piel siempre que la vida se ponga arisca, y decirte en susurros, cuando te sientas sola, que en nuestro corazón siempre habrá un pedacito del tuyo.

Pero solo podemos esperar a que entiendas que eres monumento sin vestido, libre a nuestro lado. Solo podemos confiar en que el tiempo no borre las películas de amor, las historias de borrachos, el ahogo a carcajadas. Solo queremos que no temas que la máquina del tiempo no funcione, porque el instante lo hacemos hoy. Solo esperamos que no dudes de nuestros hombros, para que te apoyes si un día lo quieres.

Te regalamos entonces, haciendo caso omiso a los refranes, un número tres. Porque ese es, sin duda, nuestro número de la suerte, y tú, la preciosa tercera rueda que nos faltaba.

Se buscan ganas desaparecidas

Cuando la vida se escurre entre notas tristes que se repiten en un bucle incesante de tardes junto a la ventana.

Cuando no arrancan las lágrimas en busca de los labios porque no saben cuál es su razón para existir.

Cuando el corazón busca calor en otros cuerpos, pero no entre otros pulmones.

Sí, cuando vives esperando a que el tiempo te indique un camino, cuando esperas que el cambio venga como una estación de primavera. 
En ese momento estás jodido.

Busco las ganas en los rinconcitos de mi alma.

Busco los motivos entre las sábanas.

Busco la vida en otros brazos.

Y quizás, solo al final, entienda que no estoy buscando bien porque antes de las ganas, están las ganas de encontrar.