viernes, 13 de octubre de 2023

Ojalá este año haya níscalos



Dices que no me quieres 
porque soy pobre,
más pobre es la cigüeña 
y duerme en la torre.

Rodrigo Cuevas


Los rabilargos agitan hoy sus largas colas
y pintan el cielo gris de colores cobalto.
El suelo pide a gritos 
que de sus alas se desprendan 
gotas de agua limpia
y que sus plumas queden
como pinceles lavados.

Los verderones son,
junto con las copas de los pinos,
el único tono cetrino de este paisaje
que no pide ser paraíso cristiano,
tan solo lo justo
para que los jilgueros
se bañen en los charcos
y el fuego no prenda nunca el amarillo.

En este silencio
solo el sonido de las campanas
le hace competencia  
al arrullo de las palomas
que cantan como si fueran búhos.
    Tan, tan, tan tangible
    como los piñotes 
    que Espartaco persigue. 

Llaman a misa. 

Desde lo alto de la ermita, 
la cigüeña pide
que, un año más,  
el naranja asome 
bajo la tierra de los pinares
para anunciar que
donde el humano no alza la guadaña
también crece la comida.

sábado, 7 de octubre de 2023

El topo que quería ser ciego

Caravaggio

Me muevo entre las persianas bajadas
de una habitación sin ventanas,
y el resquicio de cielo 
que asoma a través de la claraboya,
donde la sombra se quedó prendada
de las pinceladas de Caravaggio.

Soy un topo vidente
adicto al tallo que crece bajo el sol,
obsesionado con las quemaduras
de urracas calvas y lagartijas descoladas,
tan apasionado
que cada vez que se encierra en la madriguera
se lame heridas que no existen
y cierra los ojos
porque quisiera ser ciego
solo para no ver
todo lo que se le escapa de las manos. 

Disección de un espárrago blanco que en realidad es verde

Olivier Leroux


Ce n’est pas un asperges

Es la ciudad de los muertos de Tolkien
sobre la que crecen 
no uno,
sino cinco árboles blancos
envueltos por el velo de un insecto
que hunde sus patas 
sobre las laderas de la muralla
para engullir 
todo resquicio de árnica.

Ce n’est pas un monstre

Es el velo que cubre la silueta de Minas Tirith
en plena Segunda Edad
haciendo del antiguo reino de Númenor
un ente de forma fálica
que, ahora, 
me llevo a la boca 
y mastico 
con la convicción
de no haber destruido nada.