Dices que no me quieres
porque soy pobre,
más pobre es la cigüeña
y duerme en la torre.
Rodrigo Cuevas
Los rabilargos agitan hoy sus largas colas
y pintan el cielo gris de colores cobalto.
El suelo pide a gritos
que de sus alas se desprendan
gotas de agua limpia
y que sus plumas queden
como pinceles lavados.
Los verderones son,
junto con las copas de los pinos,
el único tono cetrino de este paisaje
que no pide ser paraíso cristiano,
tan solo lo justo
para que los jilgueros
se bañen en los charcos
y el fuego no prenda nunca el amarillo.
En este silencio
solo el sonido de las campanas
le hace competencia
al arrullo de las palomas
que cantan como si fueran búhos.
Tan, tan, tan tangible
como los piñotes
que Espartaco persigue.
Llaman a misa.
Desde lo alto de la ermita,
la cigüeña pide
que, un año más,
el naranja asome
bajo la tierra de los pinares
para anunciar que
donde el humano no alza la guadaña
también crece la comida.