Todas alguna vez
hemos deseado
fundirnos con las algas
para dejar de ser responsables
ante la gente que nos quiere.
Duna Haller
[Allí me encontraron,
abrazada a las crines de un kelpie
en el fondo del Lago Negro].
A veces los deseos se cumplen
y las algas enredan sus brazos
en los delirios de un náufrago
que ya no quiere balsa
ni ascendio posible,
solo dejarse mecer
por el vuelo bajo de un thestral
que observar
mientras el mundo lucha
contra el que no debe ser nombrado.
Y quedarse así,
tendidos en los prados de las Highlands
al amparo de aventuras
que no existen
y son reales,
que son piedra de resurrección
en sí mismas.
No hay salvación
porque no hay anhelo.
No hay Snitch Dorada
porque no hay victoria.
Solo este viento en la cara
cada vez que cogemos la escoba.
Tras las puertas
de la Sala de los Menesteres,
un lecho de negligencias
que arde al fuego
y yo,
la dueña del hechizo responsable.
Mi Patronus,
una pantera que
al fin
descansa en paz.