jueves, 14 de abril de 2016

La libertad debería de saber a mar


Ciegos de inanición,
llenos de vacíos inexpresivos,
somos pedazos de carne
en manos de nadie,
en manos de ladrones
(marionetas que cogen de sus manos
los alimentos que sacian
su sed de vida). 

Los políticos 
nos miran
desde su estrado. 

Somos una terraza de domingo
a las tres de la noche.
Somos los hijos del conformismo,
parados bajo un sol radiactivo
que pudre desde dentro,
medusas que circulan
por las corrientes
de enormes ciudades.

Y yo,
tan falsa como ellos,
tan estatua
como el oso del madroño. 

Somos la mierda cantante y danzante,
los hijos malditos
de un nombre
(libertad).

Maldita libertad
la que nos venden,
vestida de seda y de perlas.

Bendita la que viene sucia,
                                        áspera, 
                                                  cruel, 
                                                           desesperante. 

La libertad debería de saber a mar. 
Salada, da sed de más.
El regusto de un futuro
para siempre insuficiente.