domingo, 22 de marzo de 2020

Cosquillitas borrachas

Los amantes - René Magritte

Vemos una película.

Estamos sentados en el salón.

Guardamos la distancia de seguridad.
 
Mamá, en un sillón;
papá, en un sofá;
y Miguel y yo, en otro, 
el más grande.

Ni siquiera nos rozamos.

Pero tenemos hambre de caricias
y un rastrillo pequeño
-cosquillero lo llamamos-
que le regalaron a papá en Navidad.

Con eso nos vale.

Desde mi sitio
hago cosquillitas a papá.

Después, es mi turno:
pasea Miguelito
el artilugio por mi piel:

brazos, piernas
y un poco de espalda.


Mamá siempre ha permanecido ajena
a este ritual,

que ahora
mira con desdén.


El arma de doble filo,
envenenado entre sujeto y acción,
pasa a mis manos otra vez.
Ya ha pasado el proceso de desinfección.

Acaricio a mi hermano
a través del
cosquillero.
Quisiera apoyar
las yemas de mis dedos
en su espalda,

preguntarle si me deja quitarle
alguna espinilla.

Pero acaricio a mi hermano
con un rastrillo
alcoholizado.