miércoles, 8 de noviembre de 2017

El extraño ( I )

El humo ascendía por sus pulmones como si de una salvación se tratara. Las lágrimas teñidas de un negro que jamás había derramado se le escurrían, punzantes, por su barbilla, y salpicaban de nada un presente tan lejano que ya no volvería.

La copa rebosaba de vacío y, si la miraba medio llena, solo veía una mitad deshabitada. Observaba, sin ver, unas luces que vibraban desacompasadas con  la música de mierda que sonaba en cualquier garito de Madrid a aquellas horas de la madrugada. 

- No se puede fumar.- Le espetó el camarero, como un cartel parlante de los que había colgados por todo el local.

"¿Qué mierdas estoy haciendo aquí?", se preguntaba incrédula ante tanta decencia. Sonrío al camarero y aplastó el cigarro con sus botas después de haberlo tirado al suelo, donde la gente bailaba y vertía los cubatas (que después se convertirían en trampa mortal de bailarines inexperimentados).

Apuró su copa medio vacía y salió por la puerta del bar con la certeza de haber desafiado a un imperio, mientras veía como el camarero hacía aspavientos con sus brazos y gesticulaba palabras inertes. 

Se olvidó, sencillamente, se olvidó por un momento de quién era ella detrás de todo ese montón de basura que había sido una relación de la que ya solo quedaban los pedazos. 

Y, ahora, se recuperaba de su amnesia.

Respiró el aire gélido que la capital española le brindaba en un enero que recordaba más frío que ningún otro. Se inspiró, y encendió otro cigarro.

Deambuló durante horas con las manos congeladas, solo impulsadas por el movimiento que le exigía encadenar un pitillo tras otro.

Fue al recorrer el barrio de Malasaña cuando le vio: una silueta recortada en la noche y el humo que emanaba de su boca, como una fogata de señales. Una boina como la de Thomas Selby y una gabardina que le llegaba hasta las rodillas.

En ese momento decidió que jugaría a la suerte del principiante. 

Apagó su cigarro antes de que el extraño la viera y dejó caer su mechero al asfalto.

- ¿Me das fuego?- le preguntó, mientras se ponía el correspondiente cigarro en los labios.

El extraño, sin mediar palabra, sacó de su bolsillo una caja de cerillas. Cogió una y, seguidamente, la prendió para encender el pitillo de su interlocutora, la cual pudo ver, al calor de esa pequeña llama, los ojos azules de aquel desconocido, que se escondían en las sombras.

- Yo te preguntaba si me dabas fuego, joder.

El extraño apagó entonces la cerilla y expulsó el humo de su boca en la de ella. 

- Todo el que tú quieras. 

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lunes, 30 de octubre de 2017

Bu


Ven.

Déjalo todo y abre mi puerta como si nunca hubieras podido abrirla, como si lo que encontraras fuera misterio.

Olvidémoslo juntos. Olvidémosles juntos.

Bébeme como si fuera el whisky que te quita todos los recuerdos, un mal trago para olvidar todos los anteriores. Con mucha, muchísima resaca. Fúmame como si recuperaras el sabor de una adicción que nunca quisiste superar.

Joder, ven. Dime al oído que todo fue una pesadilla. 

O mejor no me digas nada.

Dime ayy, ohh, dios mío, sigue.

Cierra la puerta, no dejes pasar a nadie más sin preguntar primero. Pero ábreme, sin esperar respuestas.

¿Sabes qué? No esperes que llame.

Joder, ven. Dime que nunca te fuiste, que yo no fui la que bajó esas escaleras que ya no recuerdan mis pasos. 

No sé. Es todo tan extraño, del verbo echar de menos.

Te estoy escribiendo, cabrón, porque a veces de la herida brotan letras y en mis ojos ya no anida el mar cuando me acuerdo del tuyo.

Quizás solo sea un error de cálculo, esta historia de seguir recurriendo a tu recuerdo cuando siento que llueve aquí dentro. 

¿No te gusta?

Eres un motivo sobre el que descargar mi melancolía. Un déjà vu, como de algo que vivimos, cuyo cadáver deja tal hedor a muerto que las flores se agachan cuando nos ven pasar en sueños.

Me da tanta pena no llorarte mientras me desangro que caigo en la cuenta: eres mi puto fantasma.

Solo te pido una cosa, por los viejos tiempos: no me asustes.

sábado, 21 de octubre de 2017

Otoño tardío


[De mi último viaje en autobús a Murcia y, ahora, volver a sentir lo mismo sin vistas de salida].

Las hojas han llegado tarde a tocar el suelo en el que me retuerzo más de lo que debo. Mi tardanza es la de un niño de diez años, esperando siempre a que su madre le de el aliento necesario para levantarse. Hace un tiempo, del que no recuerdo el momento exacto, mis hojas también tardías retornaron sus colores hacia uno sin nombre. Y aquí me hallo, taciturna incolora sonriendo a cuentakilómetros. En mis pies, solo encuentro las derrotas; en mis excusas, solo veo paja; y en mi droga, si he perdido la adicción, ya no encuentro nada. 

La mala suerte apenas se me ha quedado en un comodín para hablarle de mí a la gente que no quiere entrar, ni yo le invito a pasar. Los principios se le quedan holgados a mi anorexia mental. A rastras llevo la ciudad que quiero y que no me deja respirar. Apenas puedo moverme sin gritar. La poesía ya se está cansando de esperarme en el bar y los artículos de urgencia me hacen tragar el semen para el que yo nunca abrí la boca. 

Me asfixio, Madrid.

jueves, 21 de septiembre de 2017

DEP

Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos. 

Zahara


Escribí tu nombre ayer. No consigo grabarlo, todavía, pero lo estoy intentando.

Tu muerte, dicen, fue un suicidio premeditado. Y hay quien dice que yo tuve algo que ver. Quizás el dedo que me acusa desde el otro lado no ande desencaminado. ¿Qué es el otro lado? ¿El espejo? ¿La muerte? ¿O es que ambos son lo mismo? 

Me ponen frases en boca que se me antojan deseos de que algo que no quería que ocurriera ya está ocurriendo. Y yo, aquí sentada, desde el otro lado, no puedo hacer nada. Que sí, que está pasando. ¿Se está borrando? ¿Se está grabando? Lo mismo da, que no da lo mismo. Yo no sé...

El tiempo sigue corriendo, y nosotros seguimos corriéndonos, con otrxs. Los muertos siguen muertos, y los vivos, también. Y, entre tanto, algún que otro superviviente que, joder, vive, cómo vive, mírale, míralos. Son como cometas.

Y yo sigo con las manos manchadas de tierra, con la frente rasgada de un sudor que no riega. 

Clon, clon.

Nada, que no hay manera.

Y, de repente, se queda una letra. Yo me muero de pena, cada vez dueles menos. 

En la lápida, la inicial del que podría ser tu nombre. Teme, o sé feliz. Guárdate un minuto de silencio. Guárdanos. 

Y, al final, una corazonada: la última letra jamás será escrita ni el punto puesto

Tráenos flores secas.

lunes, 4 de septiembre de 2017

Kilómetro 0

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Km 0.
Ese en el que decidiste entrar en mí,
abrir mi puerta, 
caer en el abismo inversamente proporcional al tuyo.

Km 1.500, una semana después y sin frenos.
La velocidad es maravillosa,
la sensación de vuelo, orgásmica.
Sentencia de dos palabras. Te quiero.

Km 1.600. 
Ciudades dispersas. 
El miedo.

Km 1.650.
Saltan los radares, revienta el velocímetro.
En la radio suena Quique González:
Kamikazes enamorados.

Km 15.000.
Se han roto los airbags varias veces.
Los frenos son inexistentes.
El claxon se ha quedado con una leve voz,
de tanto gritar.
Los amortiguadores ya no consiguen 
suavizar los golpes.
Tú y yo nos agarramos fuerte.

Km 30.000.
Las ruedas se han hecho con unos cuantos kilómetros a sus pies,
las ventanas traseras se han empañado tantas veces
que tras de sí solo dejan un rastro de corazones en los cristales.
La luna del coche se cree un astro,
y no sabe que está rota. Para siempre.
Tú, en el asiento del piloto, 
con la cabeza incrustada al volante.
Yo, que me he ido con la luna,
te miro ensangrentada desde la galaxia.

Todo saldrá bien.

Km 0.

Estrellarnos fue cosa de dos. Estas estrellas no son bonitas.

La luna nunca volverá a ser la misma, no digamos del motor.

- ¿Cómo pueden amarse dos muertos?
- Sin vida.

miércoles, 26 de julio de 2017

Clavos

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No quisiera compadecerme de mí
porque no hay mucho por lo que llorar,
aunque a veces 
es más de lo que hay para reír.
Pero.

Ahora soy un trozo de mí
y otro de restos 
de esos que nunca 
se terminan de reparar del todo.

No voy a mentirte: 
podrás recomponerme 
(podré recomponerme),
pero seré partes que funcionan
con pegamento barato,
resquicios por los que entrará el dolor
como un soplo de aire-fuego.

Para dar hay que tener.
Yo tengo todo lo que te doy,
pero no es todo,
es más bien nada.

Dame tiempo para que enterrar 
(que no olvidar)
sea cada vez menos difícil.
(Todo esto me pasa por ser valiente).

Un clavo deja el otro clavo dentro
y te hará un moratón nuevo,
si es que merece la pena.

Cuidado con la bestia:
tiene el corazón partido en, 
para quien, 
demasiados cristales
por un mismo hacha.
Es decir: 
que el corazón corta 
y no quiero hacerte daño.

Un animal herido es peligroso,
pero puede que no demasiado.

Yo solo te advierto 
de todas estas taras,
para que sepas que el precio 
por unas alas rotas
puede ser más alto que el vuelo.

(Ahora mismo solo me concentro 
en extirparme 
mi propio veneno).

lunes, 19 de junio de 2017

Cuerdas


Y te sigo por el aire como una brizna de hierba.


Caería en tus océanos
una y mil veces,

pero ya no quiero 
consumirme en nuestro fuego. 

Nunca más.

Y, sin embargo, 
volvería a ahogarme,
incrédula, 
en tus aguas 
tan sucias como traslúcidas,
profundas, 
esconden monstruos de hielo,
que me queman
igual que tu verano murciano.

No vuelvas a buscarme, 
por favor,
porque podrías encontrar 
todo aquello 
que ya no quiero darte.

Siempre te querré.

Pero ya no hay forma 
de hacernos revivir,
inertes en el fondo de un estanque,
ocultos de las malezas del presente.

Si volvieras a besarme
tus dientes solo encontrarían 
carne putrefacta,
el centro de todos nuestros males.

Vete, 
    vete, 
que ya te has ido
y no sales de mi cabeza.

Vete, 
    vete, 
que ya te has ido
y no paras de retumbar en mi pecho.

Llévate de mí este pozo oscuro,
que me falta el aire 
por propia voluntad.
Quítame estas cuerdas
que no me dejan respirar,
que me aprietan el alma,
que me rompen 
y me amarran,
a ti, 
ojos de mar.

Pero cómo quitarlas, 
si a ti también te atan...

viernes, 5 de mayo de 2017

Cerrado por obras




Verdadero o falso



Soy yo quién dilapida las cosas que podría o es el monstruo cárnico, la máquina de barro entre la que seguimos podridos, sin la más mínima intención de escapar.

Es la poesía cosa de todos los que estéticamente se atreven a mostrar la mierda del ganado.

Es mi inseguridad o mi falta de capacidad, mi apatía ante las pasiones que incitan a bailar con la vida, ganando un combate que jamás empezó.

Es mi ego maldito junto con el de todos los demás, que ni siquiera ven la estela negra que dejo en sus narices al pasar.

Son las ganas contenidas o el encabezonamiento de hacerlas funcionar cuando no me apetece quedarme a verme fracasar de nuevo. La incomoda sensación de que siempre lo hago peor o la egolatría del que escupe en los demás la culpa del que no termina de arrancar.

¿En quién volcar todo este cúmulo de tonterías que me pican como avispas, una tras otra, tras el inmovilismo, la indiferencia y la desidia de "los otros" o de mí misma?

Son las idolatrías hacia etiquetas que anhelo que me pongan, cuando luego manifiesto mi asco hacia cualquier envase marcado por otro o por el aludido.

Es, al fin, la infinita interrogación del qué hubiera sido de mí en un sinhogar sin barrotes. La temerosa respuesta que nunca viene, que no quiero que venga: ¿Que sería de mí sin todos vosotros?

Y, entre la infinidad de extremos que mi cabeza se molesta en inventar, una certeza: Yo soy los otros.

domingo, 30 de abril de 2017

Tarde


No te rompas del tiempo que se cae y no vuelve.

No esperes más, jamás vendrá.

Se escapa. No corras. 

Se escapa . . . 

martes, 25 de abril de 2017

Confesión de una exadicta al dolor

                                  Ilustración: Erika Kuhn

Yo era el cuerpo, 
tú el cuchillo.
Yo estaba enamorada de tu guadaña,
y tú eras adicto a mi rabia.

Te sacaste de dentro, de golpe,
y dolió tanto durante un tiempo
que creía que iba a desangrarme,
de tus promesas, 
de nuestros recuerdos,
de todos los versos afilados que ya no suturan.

Pero no me desangré, 
ya ves.
El coágulo cerró el desastre,
la vida cosió indiferente
 y, muy a mi pesar, 
seguí viva.

Y vivo a veces. 
Y otras creo 
que no solo sobrevivo.

La realidad es esta: 
no echo de menos tu hoja afilada. 
¿Me estaré volviendo cuerda?
No me apetece enamorarme de una puta soga.
                                                                            Basta.

Lo que quiero decir 
es que todavía te quiero.
Es fácil decirlo.
Ni me duelen las costillas
ni me muero por tu recuerdo.
La intensidad 
se quedó en lo eterno,
la sangre seca 
en lo imperecedero.

Ya no me importa que vuelvas, 
porque yo ya no estoy:
"Hola, soy yo, y soy adicta a un cuchillo".
Después de pasar por eso, 
y con ayuda de lo perecedero,
fue fácil irse sin mirar atrás.

Ahora estoy delante, 
de ti, 
de la vida.
Miro atrás, 
no te veo.
Miro delante, 
no te quiero (aquí).
Miro aquí 
y me ves, 
y no te veo.
Ya no estoy,
pero tú tampoco.

Eras un cuchillo precioso.
Fue un placer desangrarme contigo,
pero ahora prefiero ser yo 
quien empuñe su propia desgracia.

(No te confundas, 
mi amor,
también fuiste la mayor cursilería 
que jamás he vivido).

Esto es un ¿poema? 
sin acabar,
20 trozos de un desastre,
y una canción inesperada.

Ya solo puedes volver tarde
a una cita sin reloj
ni chica que te espere.

Al final,
resulta que teníamos razón: 
no había billete de vuelta.

lunes, 27 de marzo de 2017

Promesa 912 (una por cada día de relación)


Sucederá. No sé cuándo va a ser. Seguro que no será pronto, que pasarán dos meses o cinco. No sé si quizás un año o tres. No sé si será el hecho de que el principio de eso por lo que me has cambiado se tornará rutina, o será porque hayan empezado las vacaciones. No sé si será al ver una foto mía desnuda o al leer uno de tus propios versos que ya no pertenecen a nadie.

Seguro que para entonces habrás besado otras bocas y jugado en otras camas, seguro que creerás que ya me has superado. Seguro que ya habrás hecho todas esas cosas que, se suponía, yo te impedía.

No sé cómo ni cuándo llegará, pero tú lo verás venir como quien salta desde el octavo escalón de una escalera y sabe que se hará mucho daño al caer. No sé si estarás preparado, aunque supongo que no.

No sé si serán la nostalgia o la necesidad de llenar el vacío que te dejarán las discotecas, después de una noche y otra y otra...

No sé cuándo va a ser, pero un día te arrepentirás de haberme tirado a la basura como a un juguete roto de los que te cansas de guardar y te darás cuenta de que te pasarás buscándome en otras vidas el resto del amor. Tendrás una cicatriz muy fea sin curar, que no te habré hecho yo. 

Porque, herida mía, no sé cuándo será, pero seguro que será tarde.

domingo, 26 de marzo de 2017

No iba a funcionar


No, no iba a funcionar.

Tú eras cristiano, yo agnóstica (que me gusta a mí dudar).
Tú eras igualista, yo feminista hasta la médula.
Tú eras taurino, yo antitaurina.
Tú tirando hacia la derecha, yo tirando hacia la izquierda. 
Tú futbolero, yo atleta.
Tú publicista, yo periodista.
Tú hielo, yo fuego (¿o era al revés?).

Mirándolo bien, no sé qué cojones hacíamos juntos ni a dónde pretendíamos llegar.

No iba a funcionar, pero qué bien funcionó.

miércoles, 22 de marzo de 2017

El ladrón



Quiero gritar(te):

                   Cobarde

                           Estafador

                                  Herida

                                       Catástrofe

                                              Pesadilla

Si ni si quiera duele(s), 

¿alguna vez existió?  

Y el grito se muere en mi garganta.

Me has quitado hasta eso 
(cabrón).          

martes, 14 de marzo de 2017

Refugio

Me refugio en el pasado que ya no duele, el pasado que quema, el pasado que arde, el pasado que ya no escuece. Me refugio en lo imperecedero y sus millones de razones, lo imperecedero que es roca, que es día, que es columna y soporte. Me refugio en la apatía, hoy mi mejor enemiga, la noche. Me refugio en las zapatillas y la pista. Me refugio en no acordarme.


lunes, 13 de marzo de 2017

Volantazo

Cerrar la puerta a cal y canto. Guardarse los ríos que fluyen por sus ojos como dos glaciales. Coger las llaves del coche. Encender la radio hasta que los cristales tiemblen. Dejar los ríos fluir y a los cuervos verter el color de sus plumas en ellos. Noche y negro. Coche y carretera. Fuego y hielo.

Girar la llave y hacer rugir al motor. La bestia sale.

Conducir con dirección. Pasar de largo su casa. 

Conducir sin dirección.

Ahora es su impulso quien dirige el motor. Gritar hasta que la garganta se muere. Dar un volantazo. Acabar en una cuneta. Desangrarse lentamente. Derramar las palabras, los sueños y los recuerdos. 

Sonreír.

Gracias.

                                          Paula Bonet

martes, 28 de febrero de 2017

Madrid, playa privada


Hace más de dos años que encontré algo exquisito, inimaginable, en las paredes de un Madrid contaminado de indiferencia: era una playa, con su correspondiente mar, y privada. Desde entonces me bañé tantas noches como pude y dejé sanar las heridas por una sal que se adhería a mi piel como una bendición. Después de aquello alguien a quien todavía no pongo cara más que de hijx de puta, me cerró mi playa por temporadas y ya solo podía ir a tomar el sol cuando las nubes del invierno no tapaban sus rayos de colores, a veces, opacos. Aún así, sol de enero.

Mi tierra es la que pisas, Madrid no es la misma sin tu arena.

Ahora han vuelto a quitar el cartel de "abierto x veces al año" y han dejado uno, por ahora, de tiempo indefinido. No puedo más que decir la de veces que esperé a ver llegar este día de egoísmo regalado, de arrogancia sin fronteras: la de tener mi playa solo para mí algunos ratos a la semana. 

Una fruta madura y sin tantos complejos cuelga ingenua en un árbol tropical que ha crecido hasta velarnos las distancias que tanto nos han acercado. Suena cursi, cursilería necesaria la de decir todo lo que te he esperado. El mar bravo en temporadas de hambruna ha erosionado parte de la pasión con la que a tus olas me entregaba, la tranquilidad corroe por mis venas (dentro de mi tranquilidad) y la suerte cobra forma de calma a la deriva. A la deriva siempre, sí, pero qué deriva. Balanceo suave que me lleva hasta la orilla regalándole a la playa un beso cariñoso, luego algo encendido, luego tsunamis que no son capaces de relegarnos a la Atlántida. 

Me es suficiente con saberte aquí, a tan solo obstáculos triviales alejando tus manos de mi culo.

domingo, 26 de febrero de 2017

Brisas

De brisas que soplan sin viento que las empuje a moverse, de cosas que quieres decir sin motivo aparente. De esos gritos que no tienen voz ni voto, porque simplemente quieren existir sin tener nada que reivindicar (o a lo mejor sí). De esas noches que el corazón, la cabeza y el aire (de nuevo) te lo piden. De esos recuerdos que llegan sin previo aviso y sin llamas que los aticen. 

Se pasa la vida mientras las brisas nos llegan. Se pasan los días mientras la inspiración nos prende de ganas de gritar que ESTAMOS VIVOS, JODER. Y, como una estrella fugaz que pasa, se apaga de un fogonazo al día siguiente. (¿Qué coño nos pasa?).

Pero estoy viva y esta noche he respirado las estrellas y he inspirado recuerdos que me llenan de momentos que algún día vendrán porque aún no han pasado. Y tengo ganas de deciros decirme que soy eso que jamás pude ser: yo. Un yo con cuerdas de un pasado y una infancia salpicados de publicidad y rituales, pero un yo más limpio que nunca de vuestras putas opiniones. "Me la sudan", diré... Aspiro a eso, por ahora y mientras voy labrando un camino que creo que es el que yo quiero. Nunca estoy segura del todo de cuánto de lo que hago es lo que yo misma deseo.

Soplan brisas de un cambio que nunca llega, más que algunas etiquetas de marcas pagadas con cosas que no me gustan. Sopla demasiado tarde, mientras el tiempo se lleva mis años y en las encuestas me encasillan en la categoría de adultos. Se me está hiendo tarde ¿para qué? Cada cuál que lleve su ritmo, diréis. Pero los otoños pasan y las hojas cada vez se caen más tarde, y los inviernos llegan cada vez con menos nieve, y las flores se adelantan a las primaveras, mientras los veranos se alargan en mares de cada vez más tierra. Tómate tú tiempo, pero ni el cambio climático ni la vida se tomarán el suyo. 

Haz lo que te de la puta gana con ese tiempo, pero vive, o no. Y, por favor, no seas un triste negacionista del cambio climático (porque el tiempo se te pasa en las pantallas, en las tiendas, en las cosas que no necesitas, en las personas que no te quieren, en las modas que no te gustan, en las quimeras que no cumples, en las discusiones que no son revoluciones, en los amores con condiciones, en las puertas que tienen llave, en las relaciones que tienen barrotes, en los miedos irracionales, en las normas, en la burocracia, en la pereza, en los domingos, en los "bien, por fin es viernes", en la cordura de esta maldita sociedad a la que le importa una mierda tu rumbo).

Tic tac.

lunes, 6 de febrero de 2017

Arrivederci Roma

Eres tan fuerte que las operaciones no divinas las has aguantado hasta después de superar la barrera de los 90. Tienes tanto pelo que cuesta creer que de verdad hayas pasado esa asombrosa barrera. Eres tan desconocido para mí de la imagen que otros me describen que me cuesta pensar en ti sin bastón ni una máquina constantemente enchufada a tus pulmones. 

Constante enigma, tozudez desmedida, libros sin estantería.

Eres alegría y paciencia en una ciudad en la que nos devoran las agujas de los relojes; un rezo persistente, agradecido de tantas parcas derrotadas bajo un crucifijo como sable. Eres tradiciones que respetan las cosas que jamás entendiste. Amor a su patria: corazón español, memoria alemana. Eres todo lo que nunca me contaste y un abrevadero seguro del que demasiadas pocas veces abastecí mi culto. 

Saber desbordado, 
bromista sin tacto, 
noche vieja de pena.

Anciano, 
mi abuelo. 
Una constante.

Dentro de poco cumplirás 94, 
fortuna para ti la de celebrarlos con la paz.

Nunca eras
porque siempre estás. 
Aún es demasiado pronto 
para dejarte marchar. 

Así te recuerdo, 
así te irás, 
cuando te soltemos...

Lo siento, es lo que ahí abuelo. Está bien, es lo que tenías que hacer, pero ¿no te das cuenta? Has destrozado una leyenda. Es injusto que te llamáramos invencible cuando sabemos que la parca, al final, siempre llega. Es que la derrotaste tantas veces... que al final te dejó irte de la mejor forma que se puede partir de esta tierra. 

No se dónde has ido, pero el otro día te fuiste de viaje conmigo. Vimos Londres, Edimburgo y York, y de todo sabías más que lo que me contaban los guías. Vimos el museo del ferrocarril, mientras tú te acordabas de la máquina de vapor. Me enseñaste las canciones por las que siempre me preguntas cuando vuelvo de los viajes y me preguntaste por las cosas más insospechadas cuando uno sale de su tierra: a qué velocidad van los trenes de Inglaterra.

Ya lo sabes abuelo. Estoy feliz por ti y porque la vida nos haya dejado disfrutarte tanto.

Todavía no estoy preparada para decirte adiós del todo, pero por ahora te digo Arrivederci Roma, como tú nos dijiste cantando en el filo de una noche que sería la última de todas. Solo a ti se te ocurriría...

Arrivederci, Roma. 
Adiós, goodbye, au revoir. 
Todos son recuerdos que me matan 
de aquella juventud enamorada. 
Yo quería amor y ella decía siempre "no". 

Quiero caminar las mismas calles, 
quiero suspirar las mismas penas, 
volver a besar los mismos labios. 
¡Ay de mí! 

Puede que algún día vuelva a verte, 
volver a enamorarme de tus fuentes, 
cumplir el juramento y vivir siempre 
junto a ti.