lunes, 6 de febrero de 2017

Arrivederci Roma

Eres tan fuerte que las operaciones no divinas las has aguantado hasta después de superar la barrera de los 90. Tienes tanto pelo que cuesta creer que de verdad hayas pasado esa asombrosa barrera. Eres tan desconocido para mí de la imagen que otros me describen que me cuesta pensar en ti sin bastón ni una máquina constantemente enchufada a tus pulmones. 

Constante enigma, tozudez desmedida, libros sin estantería.

Eres alegría y paciencia en una ciudad en la que nos devoran las agujas de los relojes; un rezo persistente, agradecido de tantas parcas derrotadas bajo un crucifijo como sable. Eres tradiciones que respetan las cosas que jamás entendiste. Amor a su patria: corazón español, memoria alemana. Eres todo lo que nunca me contaste y un abrevadero seguro del que demasiadas pocas veces abastecí mi culto. 

Saber desbordado, 
bromista sin tacto, 
noche vieja de pena.

Anciano, 
mi abuelo. 
Una constante.

Dentro de poco cumplirás 94, 
fortuna para ti la de celebrarlos con la paz.

Nunca eras
porque siempre estás. 
Aún es demasiado pronto 
para dejarte marchar. 

Así te recuerdo, 
así te irás, 
cuando te soltemos...

Lo siento, es lo que ahí abuelo. Está bien, es lo que tenías que hacer, pero ¿no te das cuenta? Has destrozado una leyenda. Es injusto que te llamáramos invencible cuando sabemos que la parca, al final, siempre llega. Es que la derrotaste tantas veces... que al final te dejó irte de la mejor forma que se puede partir de esta tierra. 

No se dónde has ido, pero el otro día te fuiste de viaje conmigo. Vimos Londres, Edimburgo y York, y de todo sabías más que lo que me contaban los guías. Vimos el museo del ferrocarril, mientras tú te acordabas de la máquina de vapor. Me enseñaste las canciones por las que siempre me preguntas cuando vuelvo de los viajes y me preguntaste por las cosas más insospechadas cuando uno sale de su tierra: a qué velocidad van los trenes de Inglaterra.

Ya lo sabes abuelo. Estoy feliz por ti y porque la vida nos haya dejado disfrutarte tanto.

Todavía no estoy preparada para decirte adiós del todo, pero por ahora te digo Arrivederci Roma, como tú nos dijiste cantando en el filo de una noche que sería la última de todas. Solo a ti se te ocurriría...

Arrivederci, Roma. 
Adiós, goodbye, au revoir. 
Todos son recuerdos que me matan 
de aquella juventud enamorada. 
Yo quería amor y ella decía siempre "no". 

Quiero caminar las mismas calles, 
quiero suspirar las mismas penas, 
volver a besar los mismos labios. 
¡Ay de mí! 

Puede que algún día vuelva a verte, 
volver a enamorarme de tus fuentes, 
cumplir el juramento y vivir siempre 
junto a ti.