Km 0.
Ese en el que decidiste entrar en mí,
abrir mi puerta,
caer en el abismo inversamente proporcional al tuyo.
Km 1.500, una semana después y sin frenos.
La velocidad es maravillosa,
la sensación de vuelo, orgásmica.
Sentencia de dos palabras. Te quiero.
Km 1.600.
Ciudades dispersas.
El miedo.
Km 1.650.
Saltan los radares, revienta el velocímetro.
En la radio suena Quique González:
Kamikazes enamorados.
Km 15.000.
Se han roto los airbags varias veces.
Los frenos son inexistentes.
El claxon se ha quedado con una leve voz,
de tanto gritar.
Los amortiguadores ya no consiguen
suavizar los golpes.
Tú y yo nos agarramos fuerte.
Km 30.000.
Las ruedas se han hecho con unos cuantos kilómetros a sus pies,
las ventanas traseras se han empañado tantas veces
que tras de sí solo dejan un rastro de corazones en los cristales.
La luna del coche se cree un astro,
y no sabe que está rota. Para siempre.
Tú, en el asiento del piloto,
con la cabeza incrustada al volante.
Yo, que me he ido con la luna,
te miro ensangrentada desde la galaxia.
Todo saldrá bien.
Km 0.
Estrellarnos fue cosa de dos. Estas estrellas no son bonitas.
La luna nunca volverá a ser la misma, no digamos del motor.
- ¿Cómo pueden amarse dos muertos?
- Sin vida.