Y arde. Madrid arde con sus pasos de loba, pero se avergüenza de sus andares de avestruz.
Ella se tiñe el humor de gilipollas y se intenta parecer a todas las demás. Y la única mierda que le gusta de las discotecas es bailar como si no hubiera mañana y emborracharse hasta perder las bragas con algún tío al que le mide más la polla que la inteligencia de su cerebro, o sea, diez centímetros, más o menos.
Ahora además de pintarse la raya se mete otras. Y se coloca para sentir que volar es posible sin que un cabrón te abra las alas "para luego dejarte sin cielo".
Pero siempre que vuelve a poner los pies en la tierra se encuentra arrastrándose entre el barro y la mierda.
Y eso es mejor que poner los pies en el jodido suelo.