viernes, 9 de enero de 2015

Ser valiente no es solo cuestión de suerte


Tengo los días llenos de música,
maravillosa música.
Tengo la espalda martirizada de horas de baile
y, por ello, la sonrisa un poco más grande.

Tengo las piernas cargadas de peso,
de metros corretodoloquepuedas
que, al final, suman kilómetros.

Tengo las manos inutilizadas
para todo lo que podrían hacer bien. 
Lo sé.

Tengo un abuelo caminando en la cuerda floja
y que, a pesar de todo,
sonríe más que todos nosotros.

Tengo muchas cosas que no necesito
y una familia que no me merezco.
Tengo un cuaderno que me empuja,
unas amigas que veo mucho menos que antes,
pero que muy pocos tienen esos tesoros.

Tengo en la memoria miles de recuerdos,
y solo recuerdo los buenos.

Tengo la suerte a toneladas
y las ganas atrofiadas
empiezan a encontrarse,
me las debí dejar en algún golpe
y las debí de intercambiar por el miedo.

Tengo una voz de cantante para sordos,
pero cuando los días brillan
no puedo parar de hacerlo.

Tengo secuelas que la vida deja,
mares que los han llenado mis lágrimas,
circos, parques, comedias
que los ha llenado mi risa.

He tenido corazones que he tirado a la basura,
palabras que han salido como veneno,
a doler,
miles de disculpas después.

Tengo un cuerpo que solo puede esperar a tus manos,
unos labios sobre los que puedes firmar la paz,
cuando estemos en guerra
(y cuando no, también).
Tengo cicatrices que solo tú puedes lamer,
y canciones que solo tú puedes cantar,
tengo aire renovado de tu boca a boca
y el corazón abierto de placer.

Tengo pánico a veces,
ideas perdidas,
sueños que nacen.

Tengo mucho que hacer y lo pierdo escribiendo,
tengo poco que hacer y llego tarde,
tengo una vida,
llena de días con sus noches,
tengo una vida,
llena de pesadillas con sus sueños.

No tengo nada sin coraje.
Lo tengo todo, si yo quiero.