Perdonadme por esta confesión,
pero no sabría definirla
ni clasificarla.
Lo mismo me pasa con la generación del 27
y con la distinción de los sonetos.
No he leído a muchos grandes,
aunque sé que debería hacerlo,
ni entiendo a otros,
esos llamados genios.
No entiendo a Whitman
ni a Bukowski;
no he leído a Miguel Hernández
ni a Machado
y, de Neruda,
demasiado poco.
Lo que aprendí en la escuela
olvidado queda;
de lo que he ido descubriendo,
solo me acuerdo de algunos poemas.
Pero aún así,
os pido disculpas de nuevo,
os pido disculpas de nuevo,
me atrevo a hablaros de poesía.
Pero aún así,
escribo,
sin utilizar figuras
para después averiguar
que ahí estaban,
que siempre han estado.
Pero, aún así,
escribo,
sin conciencia ni apariencia,
escribo
mecida por las olas de tinta
que surgen de este mar de trampas,
escribo porque sangro,
y sangro porque escribo.
Pero, aún así,
escribo, escribo y escribo,
sin querer
y sin acordarme de nada,
como una noche desfasada.
Pero aún así,
escribo,
de cosas sinsentido,
de la mierda y del amor,
de la herida del espejo.
Y, a veces, rimo,
de repente,
como una persona del barrio
que te encuentras
en otra ciudad de vacaciones,
y creo que eso es una metáfora
y aquello una paradoja
y lo del viernes una exageración.
No sé lo qué es la poesía contemporánea,
pero sí conozco las hostias contemporáneas
que me dan sus recitales
de despertadores sin alarmas.
No sé lo qué es la poesía contemporánea,
pero quiero formar parte de ella.
No sé lo qué es,
pero todos los días
que se cruza en mi rutina,
me salva y me mata,
me besa y me rompe,
me folla y me deja.
Estoy enamorada de ella,
de sus gafas
(porque seguro que lleva gafas)
que me enseñan que la realidad
estaba totalmente distorsionada.
Estoy enamorada de su garganta,
y de la forma en la que grita en susurros
que ya está bien de tanta mierda;
de su boca,
que por fin suelta tacos
sin miedo a ser una maleducada.
Estoy enamorada de sus pies descalzos,
que pisan los cristales sangrando
y caminan por todo el mundo,
huyendo del ganado,
corriendo despacito,
dando patadas en el culo
a quienes se dan la vuelta
para lanzarle algún piropo.
Joder, qué loca me tienes,
tan revolucionaria,
tan guapa.
No quiero decirte "te quiero"
porque eso se me quedaría a la altura
de una quimera con paracaídas,
de un sueño sin heridas.
No sé lo qué es la poesía contemporánea,
pero estoy segura,
aunque el machismo abunde en cada esquina,
de que es una mujer
con la espalda partida de trabajar
hasta tan tarde,
con las manos callosas de coser vidas ajenas,
con la paciencia de mi madre,
con la rebeldía de las mujeres
de la generación del 27.
No estoy segura de cuándo llegaste aquí,
pero, desde que lo hiciste,
no soy capaz de soltarte.