sábado, 1 de octubre de 2016

Fin del poema


En este preciso momento haría el poema más feo de toda la historia de la poesía -y mira que es larga. Lo llenaría de palabras malsonantes, de sapos y culebras. Me llamaríais maleducada, chabacana y palabras varias que no terminarían -se supone- por dejarme en muy buen lugar. Pero, como intento ser poeta fina y no quiero que nadie me tache de grosera, intentaré que las palabras malsonantes, feas y sinceras se queden al otro lado de la pluma.

Porque soy una dama, correcta y educada, y ni quiero defraudaros a vosotros ni a la educación que se me ha brindado. Porque las mujeres somos señoritas que hablan correctamente y yo no voy ni quiero ser menos -no, por dios. Ni que la alta aristocracia se piense que nací para decir las cosas que se me vienen a la cabeza cuando alguien me trata como a un trapo. Porque yo no me pongo al nivel de ninguna verdulera y me trago todos mis venenos antes de permitiros la satisfacción de verme descontrolada.

Porque soy educada, educadíííísima, fina y refinada.

Dicho todo esto y ahora que están todas las cosas claras:

ERES UN GRANDÍSIMO GILIPOLLAS.