sábado, 8 de septiembre de 2012

Las gotas (IV)


Caían las gotas una detrás de otra, pisándose los talones y, en algún punto de su recorrido, como atraídas por una extraña fuerza, se unían en una sola, más rápida y fugaz, más alegre quizás. Pero siempre llegaban a morir a la esquina de alguna ventana, de un cristal. 
Miraba aquello con cierta admiración que, hasta entonces, se le había escapado.

Escuchó de fondo una pieza de piano muy bella, que le llevaba a sus más escondidos recuerdos: ojos anhelantes, lluvia, ceniza, cartas, sobre todo infinidad de cartas y… música.

La gota negra que resbalaba por su mejilla, sin embargo, nunca caminaría al lado de otra. Su camino era para siempre esperar.