No puedo oírte.
No puedo oír tu voz.
Es como si me bebiera una botella de anís
y me durmiera en una colcha de rosas.
Bodas de sangre, Federico García Lorca.
Escuché
ruidos
y una luz titilar.
Tu letanía,
una canción de miedo
impresa en las huellas que nos llevaron
cara a cara
a la plaza de Goya,
que pronto se sembró de campos de amapolas blancas
que germinaron de tus ojos
y al tocar el suelo
ya eran sábanas de opio.
y una luz titilar.
Tu letanía,
una canción de miedo
impresa en las huellas que nos llevaron
cara a cara
a la plaza de Goya,
que pronto se sembró de campos de amapolas blancas
que germinaron de tus ojos
y al tocar el suelo
ya eran sábanas de opio.
El
presente quedó entonces escondido
bajo polvos de azúcar
y nuestras bocas se llenaron de prado.
bajo polvos de azúcar
y nuestras bocas se llenaron de prado.
Pero
una vez saciado el deseo inmediato
acudió el rojo a tiznar los pétalos
que al recoger en mis manos
se hicieron charco
y las espinas perforaron las pupilas
donde antes hubo agua estanca.
acudió el rojo a tiznar los pétalos
que al recoger en mis manos
se hicieron charco
y las espinas perforaron las pupilas
donde antes hubo agua estanca.
El perfume neutro se hizo pútrido
y ya nadie encontró los cadáveres
en las fosas del duelo,
solo dos cartas de suicidios
firmadas por la cordura
de quienes se dejaron seducir
por la promesa de una resurrección.
y ya nadie encontró los cadáveres
en las fosas del duelo,
solo dos cartas de suicidios
firmadas por la cordura
de quienes se dejaron seducir
por la promesa de una resurrección.