Esperaba que mis ojos se convirtieran en girasoles
dando vueltas como las ruedas de un coche.
Deseaba
que el azul de Amberes
oliera a algodón de azúcar
y el rojo de Campo con amapolas
desprendiera efluvios de regaliz.
Pero mis párpados se han cerrado
como las compuertas de un garaje.
Nadie saldrá hoy de ruta.
Y a lo único que huele aquí es a porro.
Un día después volvemos a probar.
Hoorn, una magdalena
y el primer capítulo de You.
Clic.
¿Dónde estaba el sueño que ayer me retenía?
Hoy tu cara se configura por pequeños hexágonos
y tus movimientos son fotovoltaicos.
Mi mente viaja tan deprisa
que soy incapaz de explicarte por qué me río.
¿Por qué me estoy riendo?
⁃ Vas a morir.
Pero yo no quiero.
Quiero vivir
y saber a qué sabe mi brazo.
(Por eso me lamo, cariño).
Pero no me como, tranquilo.
No me voy a comer.
Ni tampoco me tiraré por la ventana.
Que yo quiero que estés cerca
mientras ruidos desconocidos
sigan siendo el fondo de este mundo
en el que hay dragones en el baño
y el temor desatado
de que Van Gogh vuelva
con su oreja en las manos
para decirme:
“Toma,
mira a ver si esto
te sabe a piruleta”.