Me estoy abandonando.
Me acuesto a las 4.
Me levanto a las 12.
Como si saliera de fiesta
en mi propio cuarto.
Ni escribo ni leo ni sueño.
Juego.
En serio, juego.
Me paso la noche
saltando de tejado en tejado,
tengo una daga oculta,
asesino y mato.
Me paso la noche
salvando al pueblo
de sus crueles guardias,
mientras mis heridas
siguen sangrando.
Por las mañanas
pareciera que nada importara
y dejo pasar las horas
—por una vez no me preocupa
Por las mañanas
pareciera que nada importara
y dejo pasar las horas
—por una vez no me preocupa
llegar a tiempo—.
Me estoy abandonando
y las heridas supuran nervios.
Por la boca se me escapan
las puntas de la conciencia.
No produzco
y no me importa.
Jamás fui tan antisistema.
Por las noches
atravieso el desierto
y realizo saltos de ángel.
Mi miedo a las alturas
se está multiplicando.
Por las mañanas
alargo las horas,
estiro las horas,
moldeo las horas,
hasta que el tiempo del yugo
llega.
No produzco
y no me importa.
Jamás fui tan antisistema.
Me estoy abandonando
y, por una vez,
las serpientes que me persiguen
no se enrocan a mi cuello.
Me estoy abandonando
y, por una vez,
los reptiles me han sepultado.
Bajo decenas de ellos
dejo caer mis brazos.
Por una vez, estoy sanando.
No produzco
y no me importa.
Jamás fui tan antisistema.
Me estoy abandonando
y, por una vez,
las serpientes que me persiguen
no se enrocan a mi cuello.
Me estoy abandonando
y, por una vez,
los reptiles me han sepultado.
Bajo decenas de ellos
dejo caer mis brazos.
Por una vez, estoy sanando.