martes, 23 de abril de 2019

Musgo en suelo quemado


¿Qué fue verdad, amor?

Nos prometimos volver a intentarlo
y, sin embargo,
escondiste las posibilidades
entre tus miedos.

¿Te quiero? Te quise.

Tanto
que debería de haberme roto
en alguno de aquellos abrazos
—quizás lo hiciera—,
pero la tinta de mi piel se desdibuja
en un trazo que es estela
—¿y si yo nunca pasé por tu lado?—.

¿Te quiero? Te quise.

Tanto
que las habitaciones de este cuerpo
se cubrieron de tiempo y musgo,
aquel que trajeron tus ausencias
—no todo podía ser negro—.

¿Me ayudas a ensuciar este polvo
que se adhiere a lugares que no encuentro?

Saquemos las cajas al balcón.

Abramos las ventanas.

En estas estancias ya no hay espacio
para más pedazos que los míos
reconstruyéndose a la par
que la vida que brotó
cuando dejaste entrar al sol
—soy verde, amor. He crecido—.

En las paredes, 
el polvo
no encuentra refugio;
en las habitaciones vacías,
la hierba 
entierra su manto macilento.

Bajo la sepultura
siempre queda el hueso,
pero ya hay flores
nutriéndose del recuerdo.