Las tempestades pasan,
pero hay huellas que siempre se quedan.
La tuya,
el fuego.
La mía,
el hielo.
El mar en calma,
el seísmo que ya no mata,
la cadena que ya no ata:
el amor que cura.
Heridas-suturas,
veneno-antídoto.
El fuego que ya no quema,
el hielo que ya no nos congela.
El tiempo.
Las adicciones
que ya no enganchan
y el romanticismo muerto
en una esquina
de la que no quiere levantarse.
Estamos mejor sin él,
y hasta él se ha dado cuenta.
Tú, más mío que nunca
y más libre que siempre.
Mi yo más mío que antes
y tú para quererle
sin poner condiciones.
Aunque siga habiendo batallas,
la guerra se nos ha quedado obsoleta
y las jaulas disfrazadas de casa
se nos han quedado pequeñas.
Hoy me he despertado a tu lado,
aunque no ha sido hasta el medio día
cuando hemos follado.
Y me alegro del mar en calma
que por fin ha llegado
y me alegro de tener fantasmas
a los que también quieres
y me alegro de las cicatrices que nos hemos hecho
y de que ahora las lamas sin agujas de por medio.
La vida es maravillosa desde que ya no te necesito.