Si tan solo miraba podía ver unos cuántos árboles enterrados entre el asfalto y los edificios alumbrados por las farolas.
Si observaba un poco más, sus ojos atisbaban también la fina lluvia que cubría las calles.
Un poco menos, y el cristal translúcido, vacío.
Un poco más, y carreras de gotas en las ventanas.
Un poco menos, y el marco de los cristales.
Y en la justa medida, entre el más y el menos, encontraba su reflejo, difuso y desgarbado. Y sólo contemplando, observando, se encontraba consigo.