"No encuentro el camino, la dirección correcta".
Esa frase les partió a los dos en infinitos pedazos.
La veía alejarse, dejar de escribir por él. Dejar de amarle.
Las gotas de agua, que juntas ardían, se reducían a ceniza.
Las cartas se quedaban en silencios plasmados en papel que no decían nada.
La música arrinconaba cada recuerdo y lo hacía punzante.
Aquella tarde, encerrada en su coche, con el rímel perfectamente perfilado y la lluvia cayendo por los cristales de las ventanas, se perdió. Observó el mapa de gotas. Ya lo entendía. El fin no es si no el comienzo.
"Porque no estoy perdida, solo es que me gusta caminar por aquí, por allí. Sola, acompañada".
Vaya a dónde vaya. Y caminar, caminar… Caminar a la espera de un problema, caminar a la espera de tu cuerpo, caminar buscando un no buscar.