Desde hacía días solo oía tacones. Cada mañana al levantarse una preciosa mujer abandonaba su cama y ya nunca la volvía a ver, o eso esperaba. “Estoy solo, estoy solo.” Su cadencia de un algo es evidente.
Así que llora, culpa y enloquece.
Una noche más en un bar, pero, ahora, ya no espera a su presa, solo una solución en el fondo de una copa, la que no encontró en las noches, al alba. Y oyó, otra vez, los pasos de tacones. Medias de encaje bajo un vestido de Chanel, altos tacones de cuero a juego con su bolso de piel. Aventura a adivinar el elevado precio de esa delicia y las prendas que aún quedan por hallar…
No quiere tirársela, el bello carmín de sus labios despertó su carencia.