jueves, 11 de abril de 2024

El capricho ámbar


Te habían quitado lo que era tuyo, 
lo que era puro, ingenuo,
lo que estaba perfecto.
Lo convirtieron en un fruto podrido
caído del árbol prohibido de los pecados 
dañado para siempre, dañado para siempre
dañado para siempre, dañado para siempre.

Zahara

[Cada vez que te siento 
apretarte contra mis caderas
se me encienden las alarmas de la culpa].

Quisiera convertirme en roca inerte
que ni sintiera deseo
ni fuera deseada,
pero soy mujer
nacida del vientre amarillento 
de la historia,
que ha pasado imberbe
por extensos campos de nabos,
sometida a la atención interesada 
de los hombres,
para siempre afligida de heridas
que supuran leche cortada.

Soy
aborto viviente de ojos abiertos 
que escuecen como el amoniaco
en un pelo limpio,
porque no quiero ver,
pero veo,
y la certeza 
pare estas dudas,
huérfanas de senda:
¿aquel fuego
volverá a ser
alguna vez
mío
o sus llamas
seguirán siendo 
la corriente corrupta
de los designios masculinos?

Quisiera decir 
que sus ojos en mi carne
no me importan,
que se resbalan
cual savia 
por la corteza de mis muslos,
pero si no los siento 
prendidos a mi cuerpo
de mi tronco emergen
mirlos negros
que desmenuzan 
cada viruta de madera
y la convierten
en cuchillos 
que se clavan en mi ego. 

Culpable de no serviros,
desgraciada ante vuestra indiferencia, 
mi apetito yace fosilizado
bajo las gotas de vuestro semen. 

lunes, 11 de diciembre de 2023

La tristeza es una promesa de vuelta


Me arranco una costra
y mojo mi dedo en la sangre
para después estamparlo
contra el burdeos de mi vestido.

Parece una flor más.

Nadie al mirarme 
verá la mancha
porque el dolor se esconde
entre los campos de rosas.

Sus pétalos son migas rojas
en un sendero que es siempre de vuelta;
sus espinas no pinchan,
pero se alzan
y atraviesan el cielo.
Cuelgan de ellas
banderas blancas
que yo usaré de capotes.  

Terneros sin cuernos 
acuden a la plaza entonces
para lamerme las manos,
y la sal cuartea sus lenguas 
hasta quebrarlas. 

[Todo lo que toco se deshace

Quisiera utilizar esta capa de edredón,
acurrucarme sobre ella 
hasta despertar con un café en las manos
en el verano de las flores secas;
salir a pasear
para hacer sus cuerpos crujir
como si fueran hojas de otoño.

Que el polen de marzo
hubiese borrado toda forma de regreso. 

viernes, 13 de octubre de 2023

Ojalá este año haya níscalos



Dices que no me quieres 
porque soy pobre,
más pobre es la cigüeña 
y duerme en la torre.

Rodrigo Cuevas


Los rabilargos agitan hoy sus largas colas
y pintan el cielo gris de colores cobalto.
El suelo pide a gritos 
que de sus alas se desprendan 
gotas de agua limpia
y que sus plumas queden
como pinceles lavados.

Los verderones son,
junto con las copas de los pinos,
el único tono cetrino de este paisaje
que no pide ser paraíso cristiano,
tan solo lo justo
para que los jilgueros
se bañen en los charcos
y el fuego no prenda nunca el amarillo.

En este silencio
solo el sonido de las campanas
le hace competencia  
al arrullo de las palomas
que cantan como si fueran búhos.
    Tan, tan, tan tangible
    como los piñotes 
    que Espartaco persigue. 

Llaman a misa. 

Desde lo alto de la ermita, 
la cigüeña pide
que, un año más,  
el naranja asome 
bajo la tierra de los pinares
para anunciar que
donde el humano no alza la guadaña
también crece la comida.

sábado, 7 de octubre de 2023

El topo que quería ser ciego

Caravaggio

Me muevo entre las persianas bajadas
de una habitación sin ventanas,
y el resquicio de cielo 
que asoma a través de la claraboya,
donde la sombra se quedó prendada
de las pinceladas de Caravaggio.

Soy un topo vidente
adicto al tallo que crece bajo el sol,
obsesionado con las quemaduras
de urracas calvas y lagartijas descoladas,
tan apasionado
que cada vez que se encierra en la madriguera
se lame heridas que no existen
y cierra los ojos
porque quisiera ser ciego
solo para no ver
todo lo que se le escapa de las manos. 

Disección de un espárrago blanco que en realidad es verde

Olivier Leroux


Ce n’est pas un asperges

Es la ciudad de los muertos de Tolkien
sobre la que crecen 
no uno,
sino cinco árboles blancos
envueltos por el velo de un insecto
que hunde sus patas 
sobre las laderas de la muralla
para engullir 
todo resquicio de árnica.

Ce n’est pas un monstre

Es el velo que cubre la silueta de Minas Tirith
en plena Segunda Edad
haciendo del antiguo reino de Númenor
un ente de forma fálica
que, ahora, 
me llevo a la boca 
y mastico 
con la convicción
de no haber destruido nada.