Iván Ferreiro
El destrazo del camino es un felino
que se hace ovillo en mis ojeras
y defeca excrementos de plata
que más tarde recogeré en una trenza.
Los veréis desmenuzados,
desentonando con la armonía
de un peinado bien hecho,
enroscándose en cada stolpersteine,
arrastrándome hasta el suelo donde yacen
cabezas de medusas calvas.
Y me veréis a mí,
empeñada en esquivar los cantos,
muerta de miedo de encontrarme
con mis propios ojos abiertos.
Pero es que
por cada serpiente cortada
hay otras 20 que convierten en piedra
cada línea recta.
Al final, no quedará más remedio
que soltar la cola de caballo
y dejar que la piel de las culebras
sean el cimiento de mi lápida
o el sostén de mi próxima Atenas.