Es miércoles y el autobús llega tarde.
Otra vez.
Y mientras, espero.
De las manos,
ríos de agua estanca;
de la garganta,
sonidos guturales;
del anhelo,
la inmovilidad
de todos mis miembros.
Es la ausencia prolongadade una musalo que hace indiferenciade esta sangre.
Solo soy una más
entre una marea de profecías cumplidas.
Todo este mundo
ya era antes plomizo
(el asfalto,
el humo
e incluso el deseo),
plomizo como una bala blanca
atravesando una tormenta de elefantes.
Pero ahora mis ojos de Midas
tiznan también la hierba y las flores
de color ceniza.
Ni el reino de los cielos
le abriría las puertas a una mujer
con el porte
tan tristemente perforado.