Sigo preso, pero ahora el viento corre alrededor.
Extremoduro.
desayunar frente al mar,
coger la tabla
y remar a favor de una rutina
que de verdad elijo yo.
Que el sol se ponga a las tres de la madrugada
y la luna salga a la una de la tarde,
que la noche sea oscura
y el cielo se tiña de colores
—y todos nos creamos
que había un psicotrópico en la cerveza—.
Que los bares madrileños
sean refugio y alegría
y recitar se convierta en un hábito
que teja mi familia
—por fin habitante de mi propia ciudad—.
Que mi piel se cubra de arte
y no me importe si algún día
la gravedad la ablande.
Mis orejas se llenen de pendientes,
y me de igual
lo que otros piensen
—en este punto casi estoy—.
Que todo lo que tengo
me haga libre de todo lo que quiero
y el dinero sea mero adorno
cuando me mire a un espejo
en el que me sonría y piense:
"seguimos siendo esclavos,
pero ahora un poco menos".
Que todo lo demás desaparezca
si consigo llegar a este último anhelo
de imposibles quebrados
en pedazos de deseo.
Quinientas vidas albergo a vivir,
entre hojas de libros que miro sin ganas
y excursiones a la montaña
colmadas de bocatas
que saben mejor
que una cena gourmet cinco estrellas.
Quinientos versos,
cada uno testigo de un momento,
pero ahora un poco menos".
Que todo lo demás desaparezca
si consigo llegar a este último anhelo
de imposibles quebrados
en pedazos de deseo.
Quinientas vidas albergo a vivir,
entre hojas de libros que miro sin ganas
y excursiones a la montaña
colmadas de bocatas
que saben mejor
que una cena gourmet cinco estrellas.
Quinientos versos,
cada uno testigo de un momento,
de una vida.
El baño de seis mujeres
—viejo encuentro de un amor casi extinto—
en una noche estrellada:
la magia es así de simple.
Quinientas historias que contarme
cada noche antes de irme a dormir:
la de la hippie road-trip
que nunca volvió a casa;
la de la periodista
que contaba pequeñas hazañas
de pequeñas gentes
y se acostaba cada noche
con quinientas historias que contarse.
Quinientas vidas albergo a vivir,
nostálgica cada día
de lo que fui y quizás nunca sea.
Sin pasar por quieto
este instante en el que soy,
ese día en el que seré.
Quedarse en este segundo.
Comprender
la vida
como un entramado de historias
—amargas y buenas, tristes y alegres,
sórdidas y cursis, llena y a medias—
y, al fin... vivir.
El baño de seis mujeres
—viejo encuentro de un amor casi extinto—
en una noche estrellada:
la magia es así de simple.
Quinientas historias que contarme
cada noche antes de irme a dormir:
la de la hippie road-trip
que nunca volvió a casa;
la de la periodista
que contaba pequeñas hazañas
de pequeñas gentes
y se acostaba cada noche
con quinientas historias que contarse.
Quinientas vidas albergo a vivir,
nostálgica cada día
de lo que fui y quizás nunca sea.
Sin pasar por quieto
este instante en el que soy,
ese día en el que seré.
Quedarse en este segundo.
Comprender
la vida
como un entramado de historias
—amargas y buenas, tristes y alegres,
sórdidas y cursis, llena y a medias—
y, al fin... vivir.