sábado, 27 de abril de 2019

Conjunciones en blanco y negro


Tu olvido no será más que un olvido.

¿Qué sentías al ver
las películas bélicas?

Jamás llegué a preguntártelo.

¿Llegaste a ser la mano
que apretó el gatillo?

Disparo errado

que cayó en silencio.

Preguntas sin respuestas
y respuestas sin preguntas.

Siempre fuiste para mí 
una llave echada,
un pozo tapiado, 
un interrogante 
con resquicios de sentencia.

Y yo,
entrevistadora inexperta,
niña de ojos vendados,
cabeza de nube,
apenas una mujer 
de alas yermas.

No lo ponías fácil.
Conocerte era
estrellarse contra una cebolla
de capa dura
y corazón salado.
Penetrar en tu memoria
era escarbar en superficie
a salvo de lágrimas
y a riesgo de incógnitas.

Pero si hoy siento que no te conozco
no fue solo por ti, Abuelo.
Fueron mis maneras de mirarte,
mis manías de correr al ritmo de Madrid,
mis ausencias al estar a tu lado.
 
Y, sin embargo, sé
que el día en el que nací
una conjunción se gestó
entre tu memoria y mi presente.

Tus palabras en blanco y negro,
tinta costrosa
que encierra las respuestas.
Mis hallazgos a color,
letras en el Microsoft Word
que buscan las preguntas.

Y en el camino, la certeza:
enlaces tono sepia
y el amor,
la réplica.

miércoles, 24 de abril de 2019

Dormir es de vagos


Son las 12 de la noche. Es pronto. Mañana me levantaré a las 7:30, si quiero llegar a tiempo. Tengo sueño. Tengo sueño, pero es pronto. No puedo irme ya. Porque cuando duermo no produzco.

Cuando duermo no produzco.
Cuando duermo no produzco.
Cuando duermo no produzco.
Cuando duermo no produzco.
Cuando duermo no produzco.
Cuando duermo no produzco.

Así que me quedo. Leo. Veo una película. Hago un trabajo. Tengo que ser productiva. Me acuesto cuando quedan siete horas exactas. Siete horas son las mínimas para descansar, dicen.  Ocho o siete. Pero cuando duermo no produzco, así que serán siete. Aunque nunca son siete, porque una nunca se duerme según se acuesta. Al menos yo. Cuanto menos duerma más produciré.

Hoy me he dormido a la 1:30. Cuando suena el despertador, lo apago. Tres veces. Y me levanto tarde y llego tarde. La mañana transcurre normal. Tengo clase. Cuando vuelvo, como y me pongo manos a la obra. Tengo que ser productiva, pero tengo sueño. Se me cierran los ojos y yo me resisto. Pasa la tarde en un limbo entre el sueño y el intento de cumplir con las tareas del día, pero no me duermo. Porque cuando duermo no produzco. 

martes, 23 de abril de 2019

Musgo en suelo quemado


¿Qué fue verdad, amor?

Nos prometimos volver a intentarlo
y, sin embargo,
escondiste las posibilidades
entre tus miedos.

¿Te quiero? Te quise.

Tanto
que debería de haberme roto
en alguno de aquellos abrazos
—quizás lo hiciera—,
pero la tinta de mi piel se desdibuja
en un trazo que es estela
—¿y si yo nunca pasé por tu lado?—.

¿Te quiero? Te quise.

Tanto
que las habitaciones de este cuerpo
se cubrieron de tiempo y musgo,
aquel que trajeron tus ausencias
—no todo podía ser negro—.

¿Me ayudas a ensuciar este polvo
que se adhiere a lugares que no encuentro?

Saquemos las cajas al balcón.

Abramos las ventanas.

En estas estancias ya no hay espacio
para más pedazos que los míos
reconstruyéndose a la par
que la vida que brotó
cuando dejaste entrar al sol
—soy verde, amor. He crecido—.

En las paredes, 
el polvo
no encuentra refugio;
en las habitaciones vacías,
la hierba 
entierra su manto macilento.

Bajo la sepultura
siempre queda el hueso,
pero ya hay flores
nutriéndose del recuerdo.