corre inquieta la niña de las cavernas,
encadenada a mis raíces más profundas,
flotando en la sangre más oscura de mis venas.
No se da cuenta
de que por mucho que la piel envejezca
sus marcas,
manchas de nacimiento
color verde selva,
son parte de sus cien máscaras.
Ceniza prendida,
pantera negra,
adolescencia podrida.
Pero, aunque sigue ahí,
¿estoy madurando?
No.
Es solo piel muerta,
y, sin embargo, joder,
¡qué distinta me siento!
¿Qué coño ha pasado?
Si nunca me encuentro,
a lo mejor es
porque nunca estoy
en el mismo lugar.
Si siempre me pierdo
a lo mejor es
porque el bosque
nunca para de crecer.
Por suerte,
los caudales de los ríos
unos días están secos
y otros,
¡otros qué llenos!
Y las ideas,
esas semillas que fueron plantadas
por las garras de algún sucio canal de televisión,
crecen en diferentes direcciones,
han sido mutiladas y despedazadas
hasta tomar formas que no conozco,
pero que empiezo a creer como mías.
los caudales de los ríos
unos días están secos
y otros,
¡otros qué llenos!
Y las ideas,
esas semillas que fueron plantadas
por las garras de algún sucio canal de televisión,
crecen en diferentes direcciones,
han sido mutiladas y despedazadas
hasta tomar formas que no conozco,
pero que empiezo a creer como mías.
Y, mientras,
la pantera se esconde
entre las ramas de esta selva
que no para de crecer
esperando el momento menos oportuno
para morder.
A veces quisiera ser furtiva,
matarla antes de su ataque,
pero la dejo saltar
de vertebra en rama,
beber de mi estómago,
arañar mi paciencia,
porque ella soy yo,
y algún día
caminaremos por los mismos senderos.
El velo ha caído.
Que comience la función.
Que sigan brotando las ramas,
y suerte:
que no te encuentre el felino.
pero la dejo saltar
de vertebra en rama,
beber de mi estómago,
arañar mi paciencia,
porque ella soy yo,
y algún día
caminaremos por los mismos senderos.
El velo ha caído.
Que comience la función.
Que sigan brotando las ramas,
y suerte:
que no te encuentre el felino.