martes, 12 de enero de 2016

Tiempo de espera


Tres generaciones sentadas en una habitación: pelo blanco, pelo grisáceo, pelo castaño. El perro mirando atónito a todas partes, la muerte pasando de puntillas en las pupilas de sus ojos.

La habitación enmudece, sisea la parca, despacio, ellos como estatuas. La sienten.

Susurra la máquina, que separa el aire. Inspira y espira. Envidia de pulmones.

Se le apaga la vida al anciano, que ruge como los leones. 

Veo en sus parpados caídos y sus arrugas la victoria de los gladiadores, la fuerza de los tsunamis, la terquedad de las mulas. Una estrellas apagándose -ya sé que está manido el tópico de las estrellas, pero si le hubierais visto-.

El perro se levanta, se mueve a todas partes. Lo sabe.

La muerte se desliza entre los tres emparentados. Está esperando. Que se agote la batería de la máquina, que se esconda el oxígeno en el cielo. 

El anciano le sonríe: él también está impaciente.