miércoles, 6 de mayo de 2015

Cárcel sin barrotes

Libre.

Conduce, siguiendo las demás señales, pagando el precio de la libertad. O eso dicen.

Baja, camina, no te pares, no entres en ese portal, no te desnudes por la calle, no bebas en el porche.

Libre, libre.

Despertador, desayuno, ducha, coche, trabajo, estudio, consumo.
Despertador, desayuno, ducha, coche, trabajo, estudio, consumo. Y no folles en el parque.

Toca música en la calle, solo si has pasado el examen.

Duerme en los soportales, solo si la policía no te ve.

No te cueles en las piscinas por la noche, no vaya a ser que sin permiso te ahogues.

Libre, libre, libre.

Vuela por las aduanas de los aeropuertos.
Ilegaliza la maría, legaliza la política corrupta.
Vete a la universidad, pero nunca vayas a la cárcel.
No llores en público, grita en silencio, baja la música, sube la risa.
Mide el tiempo, pero no los valores.
La diferencia entre los presos y nosotros es que sus celdas no son de colores.

Libre.

No te tatúes, consume de todo menos drogas, trágatelo, sobre todo tus quejas.
No mires, tápate los ojos y las mentiras.
Calla, cierra la boca y los puños, ábrete de piernas.
No escuches lo justo, lo distinto, lo excepcional.
Sonríe en las fotos, muérete de miedo, púdrete de quieto.

Libre, libre.

Viaja peajes, acampa propiedades.
Cree en Dios o en otra religión. Para morirte y seguir siendo libre.
No tires las cenizas al mar, no contamines, sácate el carné.
No te contradigas.
Estudia historia, economía, inglés...


Que esta sociedad está del revés,
que no hay ser vivo sin cadenas,
y tú todavía no te lo crees.

Pero, después de todo, sigue pensando que eres libre.