Corría
por sus venas euforia desatada, locura desenfrenada… Al besarle en el labio le
arrancó un pedazo, dejando fluir la sangre entre sus dos bocas. No lo sentía,
no sentían dolor. No reconocía las paredes contra las que él le apretaba ni el
día ni el mes ni el sabor oxidado que lamía de su propia boca. Y en
cualquier sitio, ebrios de locura, dejaban que sus instintos mandaran. Gritos,
risas, llanto, vómitos, gemidos, humo, sonido, silencio… Y noches
interminables.
Tirados en no sé donde, tirándose a no sé quién. No sé qué está
pasando, pero sus labios están magullados; su cuerpo, famélico; su vida, condenada.
-Solo
estás perdida.
+Y tú… ¿Tú
vas a ayudarme a encontrarme?