lunes, 19 de junio de 2017

Cuerdas


Y te sigo por el aire como una brizna de hierba.


Caería en tus océanos
una y mil veces,

pero ya no quiero 
consumirme en nuestro fuego. 

Nunca más.

Y, sin embargo, 
volvería a ahogarme,
incrédula, 
en tus aguas 
tan sucias como traslúcidas,
profundas, 
esconden monstruos de hielo,
que me queman
igual que tu verano murciano.

No vuelvas a buscarme, 
por favor,
porque podrías encontrar 
todo aquello 
que ya no quiero darte.

Siempre te querré.

Pero ya no hay forma 
de hacernos revivir,
inertes en el fondo de un estanque,
ocultos de las malezas del presente.

Si volvieras a besarme
tus dientes solo encontrarían 
carne putrefacta,
el centro de todos nuestros males.

Vete, 
    vete, 
que ya te has ido
y no sales de mi cabeza.

Vete, 
    vete, 
que ya te has ido
y no paras de retumbar en mi pecho.

Llévate de mí este pozo oscuro,
que me falta el aire 
por propia voluntad.
Quítame estas cuerdas
que no me dejan respirar,
que me aprietan el alma,
que me rompen 
y me amarran,
a ti, 
ojos de mar.

Pero cómo quitarlas, 
si a ti también te atan...