Y un día, amiguito, nos sentaremos juntos a la sombra de un árbol de la sierra. Porque la nieve te produce demasiado frío y sé que el agua nunca fue tu mejor aliado.
Y me contarás cual es el secreto de tu jodida felicidad, porque siempre vienes con ella cosida a los zapatos que nunca has llevado. Creo que me hablarías de una vida sin calendarios, de un reloj estropeado y, seguramente, de un buen plato de bistec esperándote en algún lugar del planeta.
Y me reiré de ti porque... ¿Cómo voy a vivir sin saber lo que haré después? Entonces, absurda y pequeña a tu lado, amiguito, te preguntaré:
- ¿Cómo es que puedes vivir sin reloj?
Tú, por toda respuesta, te pondrás a dar saltos, a besarme por toda la cara, a revolcarte en la hierba...
Puede que entonces lo comprenda.