martes, 30 de diciembre de 2014

Los tacones o la vida ( I )

Ella no era de esas chicas que salen en las revistas. No tenía una cara perfecta ni era delgada. En su lugar, tenía ojeras casi todos los días, que le contaban al mundo lo poco que dormía (a pesar de que siempre lo hacía sin desvelos). Su piel estaba pintada de cicatrices desde la cabeza hasta los pies, contando historias de amantes pasajeros, de problemas con el ego, de platos rotos, de carreras huyendo de sus miedos... Aunque, cuando le desabrochaban los botones de su camisa, ninguno se fijaba en las heridas de sus pechos ni en la mancha de su mejilla derecha, ni siquiera en los cortes blancos de sus muslos y sus muñecas.

Ella tenía un lunar en la comisura del labio, que de repente un día desapareció, como borrado por la saliva de tantas bocas.

Ella se maquillaba las heridas de su cara, a veces también las de su escote, pintaba de rayos de noche la línea de su mirada e intentaba que sus pestañas se levantaran, pero nunca lo hacían (aún así seguía intentando desplegarlas -las pestañas digo-).


Se mordía las uñas, lo justo para que casi no se notasen. O para que casi se notasen.

Se bajaba los escotes lo justo para que sus pechos casi no se asomaran. O para que casi se asomaran.

Y casi consigue que los demás crean que sus labios rojoputa son siempre rojos. Y casi consigue que crean que su raya de noche pinta también el día.

Los sábados, cuando el sol ya se ha ido, se cambia su cadena preferida por una baratija de mierda de Inditex, y se cambia sus dos pendientes de coco por dos diamantes de sangre. Se pinta las uñas y se quita la coleta para deshacer sus ondulaciones en falsas tiras lisas.

Con el sabor ya de los cubatas en la boca, de los cigarros en los labios y del sexo en la entrepierna, acorta su corta falda y se sube a las alturas de sus tacones.

Y la noche empieza a arder.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Lo salvaje aún queda lejos

Nunca fui de crecer
y siempre fui de las más altas de clase.
Nunca fui de crecer
y mi cuerpo se volvió enseguida de mujer.
Nunca fui de crecer
y me encanta dejar el pelo largo.
Nunca fui de liderar
y en clase me encargaba de todos los trabajos.

Nunca fui de crecer
y la vida siempre se ha empeñado
en decirme que debo hacerlo.
Regarme, tomar el sol, comenzar el vuelo.
Andar sobre las dos patas,
caminar sin mirar el miedo.

Nunca fui de crecer
y siempre le dije a mi madre "yo primero".
Nunca fui de crecer
y me maquillaron por primera vez con doce años.
-aunque ahora entienda que eso no significa crecer-.

Y aún hoy hay algo que frena mi sendero.

Muchas veces dije que era Peter Pan,
otras el ratoncito Pérez,
incluso le eché la culpa a los Reyes Magos.

Nunca fui de crecer
y siempre quise ser valiente.

Pero mamá sigo en el nido,
y a veces creo que me muero por saltar,
dejarlo todo al aire,
pero lo único que ocurre es que muero.

Tengo la jaula abierta,
la caza aprendida,
las alas intactas,
resplandecientes, brillan.

Pero me muero en esta jaula de espejos,
en este vértigo a las alturas.

Y ahora que quiero crecer,
(tiene cojones)
no tengo ni idea de cómo hacerlo.