Cuenta la historia que un pequeño niño, ni alto, ni bajo, ni gordo, ni flaco, ni listo, ni tonto... un niño como cualquier otro, aunque como ningún otro, crecía en un mundo en el que se le daba todo hecho y todo parecía ir bien. Pero cierto día tuvo que crecer y aprender que la vida hay que buscársela y esto no le gusto.
Así que se enfadó con el mundo y lo pagó con su alma.
Según pasaba el tiempo se quedaba más solo, hasta que ya no había nadie ni nada por lo que creer.
Se miró al espejo, en él solo podía ver un tipo roto y decidió que su reflejo no era necesario enseñarle...
Entonces, cuando se disponía a dar un paso, el pequeño paso que le separaba entre la vida y la muerte, ella apareció y le tendió la mano, ofreciéndole quedarse en el mundo que tanto daño le había hecho.
-¿Que es tan malo que no puedes soportar?-dijo ella con la sonrisa más sincera.
Y de repente el mundo cambió y pudo ver que no todo era tan malo y se dijo "aunque la lucha me agote merecerá la pena".
-¿Dónde has estado todo este tiempo?
Por un momento volvió el niño, no había nada perdido.