Me arranco una costra
y mojo mi dedo en la sangre
para después estamparlo
contra el burdeos de mi vestido.
y mojo mi dedo en la sangre
para después estamparlo
contra el burdeos de mi vestido.
Parece una flor más.
Nadie al mirarme
verá la mancha
porque el dolor se esconde
entre los campos de rosas.
Sus pétalos son migas rojas
en un sendero que es siempre de vuelta;
sus espinas no pinchan,
pero se alzan
y atraviesan el cielo.
Cuelgan de ellas
banderas blancas
que yo usaré de capotes.
Terneros sin cuernos
acuden a la plaza entonces
para lamerme las manos,
y la sal cuartea sus lenguas
hasta quebrarlas.
[Todo lo que toco se deshace
Quisiera utilizar esta capa de edredón,
acurrucarme sobre ella
hasta despertar con un café en las manos
en el verano de las flores secas;
salir a pasear
para hacer sus cuerpos crujir
como si fueran hojas de otoño.
Que el polen de marzo
hubiese borrado toda forma de regreso.