Esto va pa’l capataz de la empresa:
el machete no es solo pa’ cortar caña
también es pa’ cortar cabezas.
Residente
Ante tu tono déspota,
nuestro silencio no es más
que un boomerang de espinas,
un corpiño que aprieta el volcán
y lo hace estallar en pedazos de alaridos
que se enquistan
justo
en la superficie de la piel.
De tus fétidos labios
emerge la palabra del rico,
un reguero de efemérides fascinantes,
una realidad
en la que no nos reconocemos.
¿No lo ves?
Las manos que te sirven
son las nuestras.
En el ego de tus domingos
el tiempo de todos los que pasamos por ti,
cada una de las teclas que pulsamos,
cada gramo de oxígeno que nos compraste
creyéndote su dueño.
¿Qué sería de nosotros sin tu venia?
Oh, Redentor,
gracias por ayudarnos
en estos tiempos.
Bajo tu manto,
no llega el hambre
y no pesa el precio de la luz.
Y si no fuera por ti
se hundirían nuestros sueños
en la vagancia más yerta,
pero tú nos das el firmamento mismo
donde esculpir el futuro.
Al terminar el trabajo,
alguien soñó
que de los ojos de San Ignacio
se desprendía el polvo de nuestro salario,
que tú trituraste hasta hacerlo azúcar
rechinando en tus muelas,
pero
ni siquiera
los agujeros en nuestra hambre
traspasaron la corteza,
camaleones del cosmos corporativo.
Salvador,
en tus caries acabará delatándose
el odio que impones.