Mi rostro se desfigura en hexágonos
que se tocan en un vértice obtuso.
Todo lo que digo que soy
se diluye en el deseo de la novedad.
¿Para qué se hicieron estas manos?
Ansiosas de crear,
anhelantes de la roca,
pero presas del hábito más voraz.
¿Para qué? Dime.
Si los sueños son las uñas
que me muerdo
las quimeras que siega la prisa
las utopías de año nuevo.
Si mis dedos son la pareja descarnada
de las teclas de un piano.
La identidad es un trazo a boli
que deja estelas de fracaso
en el centro de un papel.
Y, quizás, la certeza de mi indiferencia
ante las pretensiones de mi ego
si lo que queda es apenas
la sombra de un hoyuelo.