jueves, 12 de julio de 2018

Tápate los ojos... dispara

Estamos luchando contra un invisible.
Estamos luchando en cada flanco, contra todos,
contra nosotros mismos.
Gata Cattana


Ya sabes,
es que hay veces
que tenemos ganas de escribir
y no sabemos qué decir,
porque el vacío
nos invade a todos
de vez en cuando,
la plaga enfermiza
de esta generación de privilegiados. 

Tenemos veintitantos
o, incluso,
30 y muchos,
y vamos por ahí
inventando letras
que nos saquen de este pozo
estúpido y sin sentido.
Y si no son letras,
vienen las canciones,
los dibujos
o los ataques de ansiedad
-si es que tienes la suerte
de que no te venga todo a la vez-.

Fíjate, qué absurdo
tenerlo todo a costa de los sin nada
y seguir buscando fracasos
en los reflejos de los charcos,
buscando algo que echarnos en cara
y restregárnoslo
hasta aprendernos de memoria
que "qué mala suerte tenemos". 

Qué absurdo,
qué gilipollez más grande,
beber del drama
de las películas de Hollywood
y lanzarnos a su descubrimiento,
dando con una enfermiza ansia
de sentir algo dentro. 

Y es que,
entre tanta moneda y billete de color,
una ya no sabe qué es lo verdadero,
qué sentimiento-cosa-deseo
es enhebrado a los huesos,
qué sentimiento-cosa-deseo
nos han vendido en una caja sin ticket. 

Y es que
nos empeñamos
en dar las gracias por todo,
por todo lo que tenemos,
un cerebro con correa
y una jaula de dinero.
Y qué poco pensamos
en lo que nos quitaron.
Hasta los verdugos
fueron desposeídos
de su fuego primitivo.
Sobre todo,
los verdugos. 

Dicen que nos falta una guerra,
que no tenemos algo por lo que luchar,
que nos falta una causa.
Dicen que somos la generación perdida,
que no sabemos lo qué es pasar hambre
y ¡ay, los jóvenes de hoy en día!

Y yo les voy a dar la razón
en eso de que muchas veces
no sabemos orientarnos
porque nos cuesta encontrar objetivos válidos
por los que mantener el rumbo fijo.

Pero es que,
qué suerte que ya casi nada
tenga que ser para siempre
en este mundo de mentiras
en el que me cobijo. 

Y, en cuanto a las guerras,
no miento si digo que,
a veces,
mirarse al espejo
puede ser como estar mirando
al propio infierno,
y mirarse al dedo índice
puede ser como estar observando
un kalashnikov recién disparado.

Y es que ahora
ya no vemos las caras de nuestros muertos,
a veces hasta creemos
que tenemos las manos limpias,
y la conciencia tranquila,
porque,
como dijo Gata,
luchamos contra un invisible.

Aunque a veces
ese invisible es el malo,
y otras,
el inocente.
Aunque a veces
ese invisible tenga un rostro que,
desgraciadamente,
lleva nuestro nombre.

miércoles, 11 de julio de 2018



Tú, que sembraste vientos,
recogiste tempestades
-y no me arrepiento-.
Te las merecías (algunas).

Lo que verdaderamente me jode
es que otros las sigan cosechando.